Ignacio Moreno

Radicales en las instituciones

«Elite del país». «Clase dominante». «Tardofranquismo». «Ruptura democrática». «El Régimen». «Orden neoliberal». Todos estos términos están sacados de un artículo publicado este mismo fin de semana en el diario Público

Elite del país». «Clase dominante». «Tardofranquismo». «Ruptura democrática». «El Régimen». «Orden neoliberal». Todos estos términos están sacados de un artículo publicado este mismo fin de semana en el diario Público. Lo firman a medias uno de los grandes ideólogos del radicalismo popular andaluz, el parlamentario Jesús Rodríguez, y nuestra bisoña concejala María Romay. A lo largo de todo el escrito se pone en duda el sistema que rige en España desde hace cuarenta años. Un sistema que nos ha permitido a los españoles de hoy vivir la mejor etapa de sus muchos siglos de historia y que, con la excusa de la crisis y la corrupción, los antisistema se quieren directamente cargar. Claro que ha habido crisis. Por supuesto que hemos sufrido una deleznable corrupción. Pero la solución no pasa por hacer estallar todo por los aires, sino por mejores políticas económicas y más medios para luchar contra los Guerreros, Urdangarines y Bárcenas de turno.

España es un país en el que, pónganse como se pongan estos antisistema, ha primado la igualdad de oportunidades. Todo el que ha querido ha tenido la oportunidad de estudiar, prepararse y prosperar. Hasta en Cádiz. De ahí que no se entienda muy bien los prejuicios, el odio y la inquina del señor Rodríguez, parlamentario andaluz por la gracia de esta provincia. No cabe sino pensar que se debe a sus gustos personales, a sus lecturas profundas de textos radicales, cuan Pablo Iglesias o Iñigo Errejón. Luego, claro, influye y mucho en los más jovenzuelos de la pandilla, como la mencionada Romay o el gran Adrián Martínez de Pinillos, especialistas ambos en mezclar churras con merinas, franquismo con el viario gaditano, ninfas con sexualidad o burocracia con ‘temas chungos’. En ambos casos podría llegar a perdonárseles, en base a su bisoñez, pero resulta que tanto uno como otro tienen una importante cuota de poder en el Ayuntamiento, el cual están convirtiendo en un circo. Y ahí ya se acabó la condescendencia. Ya no tiene gracia la cosa.

Este tipo de personas, que se permiten dar continuas lecciones de moral, que se creen superiores al resto y que se erigen en salvadores de la patria, llegan a ser cansinas. Porque su único interés es ‘vender’ sus postulados, no ofrecer alternativas reales y cabales. Necesitan que haya pobreza, división social y crisis para tener caldo de cultivo sobre el que disertar y sentar cátedra. Pero en cuanto se va un poco más allá se diluyen. Y los problemas siguen ahí, agravados por su ineficiencia a la hora de gestionarlos. Ese es el verdadero drama, que forman parte de las instituciones. Si todo quedara en un mitin de Instituto o en una reunión de colegas, bien está. Allá cada cual. Pero cuando forman parte del Parlamento andaluz o del Consistorio gaditano, el problema es para nosotros. Gracias al sistema que tanto odian podrán mantener su ‘status’ tres años y medio más. A ver qué legado nos dejan cuando se marchen.

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