OPINIÓN
Quinientos años de plena actualidad
La gesta de Elcano recuerda lo que es capaz de realizar un país cuando se rema en la misma dirección
Hay conmemoraciones que significan mucho. El primer cumpleaños de un niño, el décimo aniversario de una tragedia, los 25 años de un matrimonio. España, como estado y nación que lleva siglos dando cobijo a millones de personas, tiene una historia tan vasta que puede celebrar ... una efeméride cada día. Sin embargo, pocas tan significativas como la que toda la provincia, con Sanlúcar a la cabeza, vivirá este 2019: el inicio del aniversario de la primera vuelta al mundo, protagonizada por el marino vasco Juan Sebastian de Elcano.
Al igual que sucede con el descubrimiento de América, hay quien intenta reventar la historia y defiende la casualidad del evento. Nada más lejos de la realidad. España era la única del mundo (rivalizando con Portugal) con la tecnología y una Armada lo suficientemente potente como para completar la gesta. La cartografía, una de las joyas de la España del siglo XV y XVI, sufrió una completa revolución tras el viaje de la nao Victoria, una expedición financiada gracias a la iniciativa privada. Una gesta para estar orgullosos.
Recordar la gesta de Elcano supone reconocer los méritos y el valor de una nación que ha sufrido el comprensible ataque de los países vecinos y el necio menosprecio de sus propios habitantes. Sacar lustre a los acontecimientos más gloriosos de la historia de España (algo que no está reñido con la investigación y la pulcritud académica) supone un ejercicio de responsabilidad con las pasadas generaciones de esta Piel de Toro.
En quinientos años todo ha cambiado, pero aquel hito puso una pica en la historia universal de la globalización. Nunca un pueblo había llevado a comunidades tan lejanas sus conocimientos y su forma de ver el mundo. También llevaron la espada y las epidemias, pero como consecuencia de un tiempo brutal lo primero y como inesperado polizón lo segundo. Medio milenio después, está más vigente que nunca el espíritu de aventura, la confianza en que una nación sopla las velas para alcanzar un objetivo común. Precisamente ayer, el propio Almirante de la Flota destacó la necesidad de «trabajar en la misma dirección». Un trabajo que marca una singladura que no busca almas que evangelizar ni especias para el comercio, sino consolidar y defender un modelo de estado y nación que ha sido sinónimo de convivencia entre los españoles y que, si no hay tormentas que quiebren la arboladura de la Constitución, nos seguirá llevando a buen puerto.