José Landi
Quillo, go home
Con moto y sin ella volverán los que adoran nuestro paisaje y desprecian el paisanaje
![Quillo, go home](https://s2.abcstatics.com/media/opinion/2018/05/06/v/moteros-molestias-turismo-kaSB--1240x698@abc.jpg)
Están a punto de irse. Con su ruido y sus bravatas. Antes de que anochezca, como la película, habrán desaparecido. Los cacharros. Porque los jinetes volverán descabalgados por miles en tren o coche, en avión. Una vez que empiezan, no paran de llegar hasta octubre. Para algunos serán el maná pero me cuestan los símiles religiosos. Son un paná.
Hace mucho, tanto que el Cádiz estaba en Primera, fui a Sanfermines por curiosidad. Volví espantado. Desde entonces el mayor exceso de Carnaval me parece propio del Chiquipark. Recuerdo la llegada al piso en la parte vieja de Pamplona. La pareja propietaria esperaba para darnos llaves y normas. Alquiler como el betún, de esos de cuatro días. Estaban listos para salir, con sus maletas, bajo una enorme bandera que presidía el salón . Era la del mapa de Euskadi recortado –negro sobre blanco– y rodeado de flechas que reclaman el regreso de los presos a su tierra.
Con ese forillo se produjo la actuación. «Nos vamos a Caños», dijeron con esa manía de quitar el artículo y su acento vasconavarro, el más hermoso en Español para mi gusto tras algunos suramericanos y el andaluz urbano. Cantaron la belleza de las playas gaditanas, llevaban años «bajando» , nos recitaron sus platos favoritos (con diminutivos) y la suerte que teníamos de vivir aquí. Me recordaron a un pariente, también vasco, que siempre me glosa la inmensa fortuna que tenemos de habitar esta esquina. Un día le dije que se mudara aquí y todavía estaría tartamudeando si no le calmo. No sabía cómo justificar su espanto ante tan disparatada propuesta. El tercer mundo, el exotismo, es para un ratito.
Casi todo el que va de Norte a Sur lo hace por placer y con soberbia. Casi todo el que va de Sur a Norte, con miedo y necesidad
Con moto y sin ella volverán los que adoran nuestro paisaje y desprecian el paisanaje. Los que creen que toda nuestra riqueza es natural, regalada, casual. Lo demás lo hemos estropeado y tenemos lo que nos lo merecemos. Se creen mejores por haber caído involuntariamente más al Norte . Cien o mil kilómetros. Como ese cretino con el que mis amigos y yo compartimos playa Victoria cada agosto, que se pavonea de su mala educación y la de sus hijos exagerando la pose titulada «para 15 días que estoy aquí...». Ponga al del piso de alquiler, al del apartamento turístico, al biotipejo que quiera. Así conducen y aparcan, así hablan y miran, así actúan y piensan por más que aplaudan atardeceres.
Hacen como nunca harían en su sagrada tierra donde todo está mejor organizado y se trabaja bien. No tienen que ser vascos, navarros o catalanes. Pueden ser andaluces, madrileños, extremeños, gallegos ... Compatriotas forzosos y de temporada que fingen adorar nuestros modos unos días y les repugnan el resto del año. Casi todo el que va de Norte a Sur lo hace por placer y con soberbia. Casi todo el que va de Sur a Norte, con miedo y necesidad. No tengo piso que alquilar ni apartamento -ahora que tantos de mis vecinos juegan con entusiasmo a ser asustaviejas turísticos-, ni bar o chiringuito. Además, me gusta usar una frase que pone mala a la repugnante gente bien: «En mi hambre mando yo». Ojalá se vayan cuanto antes por dónde vienen. Ya queda un día menos para que se vuelvan. Es lo que ellos desean para tantos que viven en su sagrada tierra.