Ramón Pérez Montero - OPINIÓN

Protestas

Los movimientos de protesta son extraños sistemas no jerarquizados, policéntricos, reticulares y faltos de control sobre su propia evolución

Leo en la Red la carta abierta que Teresa Rodríguez (Podemos) le escribe a Jesús Candel (Espiriman), médico granadino líder de ese movimiento que protesta contra la gestión sanitaria de la Junta de Andalucía en esa provincia pero en proceso de extensión a toda nuestra comunidad. La podemita acepta los reproches del facultativo por la (a juicio de este) débil oposición al gobierno andaluz en dicha materia, aunque al precio de poner de manifiesto la ignorancia política del destinatario de su misiva.

Teresa, con su amplio currículo en algaradas callejeras, parece abrir la puerta a un entendimiento. El médico, por su parte, en los vídeos que graba y difunde en la Red , rehúsa una y otra vez la posibilidad de ir hombro con hombro con ninguna facción política. Nunca alcanzarán un acuerdo.

Los partidos forman parte del sistema político, incluso apostados en las feroces bancadas de la oposición. El hecho es que deben estar dispuestos a asumir el gobierno (si no a cooperar con él) y todas sus críticas forman parte de la parafernalia retórica con fines electorales. Las comunicaciones de las organizaciones políticas han de ceñirse estrictamente al código que sostiene al sistema del que forman parte.

En cambio, los movimientos de protesta son extraños sistemas no jerarquizados, policéntricos, reticulares y faltos de control sobre su propia evolución, de ahí la compleja metamorfosis de movimiento de protesta en formación política de Podemos. Los que participan en estos movimientos han de buscar influencia en las decisiones políticas desde fuera de este sistema, por vías no ordinarias, principalmente la de la amenaza constante del empleo de acciones aún más contundentes de no ser atendidas sus demandas. Tenemos a Candel marcándole a Susana su particular 1-O como fecha límite para el cumplimiento de sus promesas.

La protesta, modo de comunicación de estos últimos, es funcionalmente equivalente al código imperante en el sistema político. El acuerdo es imposible porque comunicar de tan diferente manera significa observar el mundo de forma muy distinta , aun dentro de la ceguera propia de ambos para observar la realidad y observarse a sí mismos. Los movimientos de protesta afirman fundamentarse en principios éticos y se erigen en defensores de la sociedad contra el sistema político. Razón de su posicionamiento contra todos los que forman el arco parlamentario por parte de Justicia por la Sanidad, como tal movimiento se autodenomina.

Son millares las personas que han secundado las manifestaciones públicas del colectivo y miles los apoyos que exhibe Espiriman en la Red. El contar con este elevado número de seguidores fuertemente involucrados crea la apariencia de que representan los intereses generales de la sociedad. Cosa que probablemente no sea constatable pero que mete el miedo en las patas de sus sillones a los responsables políticos.

Ocurre que los movimientos de protesta, al igual que los partidos políticos, al ser ambos sistemas que operan encerrados en sí mismos, no pueden establecer contacto directo con la realidad que los rodea, y por tanto ninguno conoce mejor el entorno ni juzga de manera más correcta que el otro. A su manera, ambos abastecen de realidad a la sociedad, que debe parchear su ignorancia con las formas en las que esta realidad se introduce en la comunicación y surte así sus efectos.

Mi comprensión de la complejidad social me aconseja, pues, no tomar partido , pero mi desnuda conciencia y mis propias preocupaciones en el terreno puramente orgánico borran toda reflexión y que me sitúan tras las pancartas de Candel.

Protestas

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