OPINIÓN
El problema crece
La crónica falta de aparcamientos en Cádiz se ve agravada por una discutible política de movilidad y regulación de los espacios públicos
Es una condicionante geográfica. La condición de istmo deja sin espacios libres un término municipal colmado hasta el borde del mar, como si fuera una isla. Siempre ha sido así pero va a peor. Por el crecimiento del número de coches y por el descenso ... del número de plazas libres. Aparcar en el centro de Cádiz y en Extramuros es una tarea difícil que se ha complicado todavía más en los últimos años y especialmente desde la construcción, aún incompleta, de la red de carriles bici y la apertura al tráfico del nuevo puente sobre la Bahía. A eso hay que añadir la caprichosa modificación de áreas reguladas de pago: zona azul, zona naranja y la venidera zona verde. Sumados todos esos elementos, resulta que la tarea de encontrar estacionamiento es especialmente compleja durante las mañanas laborables, las citas festivas del calendario anual y la temporada alta de verano porque es el momento en que la mayoría de ciudadanos se concentra en zonas concretas, bien por atracción comercial, bien por atracción turística. Resulta especialmente molesto en esas fechas de grandes concentraciones festivas o de compras pero también es un suplicio en los días señalados de julio y agosto. Las dimensiones de la capital gaditana y el peculiar perfil urbanístico de la comarca, con grandes poblaciones separadas por unos cuantos kilómetros, más las carencias en el transporte público (sin tranvía diez años después, con poca frecuencia de Cercanías) hace que la mayoría tienda a moverse en vehículos para hacer las gestiones de la vida diaria o para disfrutar del ocio estival. Para ello, las bolsas de aparcamiento –casi inexistentes las gratuitas o de bajo coste pese a tantos solares yermos– juegan un papel fundamental en la solución.
En realidad, el objetivo sería doble: concienciar a los ciudadanos de que no usen tanto el coche y crear estacionamientos que impidan que invadan las zonas que más hay que cuidar de cara a comercio, vecinos, turismo y hostelería. Que los aparcamientos actuales están saturados es una evidencia. Excepto el de Santa Bárbara, los demás ofrecen frecuentemente colas de muchos minutos a pesar de su elevado precio. Oponerse a nuevos aparcamientos subterráneos o en superficie no tiene sentido. Ni por cuestiones ideológicas ni ecológicas. Los coches no van a desaparecer, simplemente estarán hacinados, mal aparcados, molestarán más.