OPINIÓN
Precedente festivo
Alejar la carpa de Carnaval del centro, a petición de los vecinos, parece una buena medida para conciliar descanso y diversión
Las quejas comprensibles y cíclicas de grupos de vecinos de algunas calles del casco antiguo o del Paseo Marítimo de Cádiz tras determinados conciertos en las grandes fechas como la temporada alta del verano y el Carnaval resucitan cada poco sin encontrar una solución estable ... y permanente. Es un debate veterano en la sociedad gaditana, en la andaluza y la española. Al menos, en las localidades turísticas y costeras. Se trata del enfrentamiento entre el derecho al descanso de los residentes y el, presunto, derecho a la diversión de visitantes y jóvenes, ciudadanos en general. Para empezar, habría que cuestionar términos. El primer derecho, el de dormir, es tal. El segundo, el supuesto derecho a la diversión, sencillamente, no existe. El ocio nocturno puede ser una aspiración, un deseo, incluso un sector económico necesario en determinados lugares y épocas pero no es comparable con la imprescindible necesidad física, biológica, del descanso.
Una vez sentada esa base, nadie en su sano juicio pretende que ciudades como Cádiz regresen a las fiestas excesivas dentro de un monumento como el Falla, ni al botellón, ni al infierno para los vecinos, al suelo alfombrado basura y orines. Nadie quiere imitar modelos, con las despedidas de soltero, que son una plaga en zonas de todo el Mediterráneo, incluso en Sevilla, Tarifa y Conil por no ir más lejos.
Se trata de crear y mantener una oferta atractiva (junto a las de otros horarios) especialmente en las noches festivas del Carnaval. Eso no pasa por fomentar el exceso juvenil (y no tan juvenil), bien al contrario se trata de educar en casa, primero, y luego de pactar reglas ecuánimes y velar por su cumplimiento. Ni noches de febrero desiertas ni tomadas, ni cuplés hasta el amanecer por todas partes ni cubos de agua contra las chirigotas a la una. Ni toques de queda ni ruidos infernales a las seis junto a viviendas. Es deseable encontrar alternativas y puntos medios en los que todas las partes (vecinos y hosteleros, residentes, visitantes, aficionados, chirigoteros, festivaleros o usuarios de locales) cedan algo.
Hacer la noche o algunos fines de semana más atractivos no pasa por dejar hacer a los más incívicos con tal de que gasten unos euros pero tampoco es posible exagerar el celo e impedir sensatas excepciones, concesiones momentáneas al trasnoche en fechas especiales como cinco días de Carnaval. El alejamiento de la carpa festiva del casco antiguo a petición de los vecinos parece una buena medida, incluso un precedente, un camino a recorrer para otras propuestas en el futuro.