OPINIÓN
Política insultante
El debate local cae con demasiada facilidad en las acusaciones e insinuaciones personales
En política, en comunidad, como en casi todo, los matices son esenciales. El acierto, lo conveniente, y lo ridículo están separados por una línea finísima que todos pisamos alguna vez. Es una cuestión de límites y grados, de dosis. Ya decían los clásicos que lo ... que distingue –por ejemplo– la medicina de la droga y el veneno es la cantidad de producto utilizado. En Cádiz –más que en otros lugares aunque no es el único en la era de la ira política y la indignación sistemática– el debate político sufre una sobredosis de inquina y rabia hace tiempo, en la que las acusaciones personales o las insinuaciones sobre las presuntas debilidades del oponente (enemigo en este caso) son frecuentes. Ayer pudo contemplarse en elcruce de acusaciones entre dirigentes de Podemos y del Partido Popular, con José Blas Fernández siempre a la cabeza en estos casos.
El comienzo habría que fijarlo en los inicios de esta década. El descontento ciudadano por los efectos de la recesión económica, cuando se disparó el paro, cayeron los ingresos familiares y el sacrosanto consumo se convirtió en un dolor de cabeza general pudo marcar el inicio de la crispación. Las posturas se extremaron, la corrupción se hizo protagonista nacional y reaparecieron ideologías extremas y nacionalistas que parecían descatalogadas. Se mezcló todo con un hartazgo hacia un Gobierno local que, con aciertos y errores, acumulaba más de 20 años de recorrido. Una nueva forma de hacer política, demagógica, azuzó ese malestar tan justificado contra los representantes públicos y llegó el error, la inyección de odio que empezó a provocar incidentes y episodios que ayer volvían a parecer cercanos... De pronto volvieron a verse puños en alto, abucheos, agresiones e insultos entre vecinos que discrepan y se acusan. También yerran los concejales, sus representantes, cuando caen en esas mismas conductas, en el intento de tapar la voz del que piensa diferente.
La decisión política concreta que está detrás de cada episodio es secundaria. En todos los casos, sin excepción, debe producirse un debate (un juicio no deja de ser la más trascendente de sus modalidades) para aclarar responsabilidades. Sin violar nunca la presunción de inocencia, señalando sólo cuando haya pruebas, condenando sólo cuando quede demostrado. Sin provocar al que está enfrente. Cuatro años después, aún estamos a tiempo.
Ver comentarios