Chapu Apaolaza - OPINIÓN

La poesía del pacto

Un día se pide a los partidos entendimiento y sentido común y, al día, siguiente se enciende una pira por herejía

Los españoles lograron ponerse de acuerdo quince minutos después de las últimas elecciones. La gente a la que asaltan los reporteros de los informativos, que tiene el mismo derecho al sufragio que usted y yo, repetía como un mantra que las urnas habían demostrado el advenimiento de una nueva era en que los políticos se tendrían que poner de acuerdo. Pero hay que tener cuidado con lo que se desea: fíjense si no en el último single de Alaska, que es para cortarle las manos al que lo compuso, o en Margarita Robles, que descendió de los cielos de la judicatura como si fuera el arcángel San Miguel cuando el milagro de Tlaxcala y ahora, mírenla.

Esos mismos son los que ahora, cuando los principales partidos por fin se ponen de acuerdo, ponen el grito en el cielo y denuncian la traición a su programa, al corralito de su pensamiento. Cuando reclamaban acuerdo, no sabían lo que hacían, como cuando se apuntaron a crossfit.

El juicio crítico de los ciudadanos de España resulta esquivo, caprichoso e inasible como un ninja desnudo y untado de aceite en una habitación a oscuras. Un día se pide a los partidos entendimiento y sentido común y, al día, siguiente se enciende una pira por herejía. Ahora resulta que el sistema que en principio ametralla las voluntades de los hombres, se pone de acuerdo sobre las cláusulas suelo, los mínimos sobre pobreza energética, la financiación autonómica y puede llegar el día en que el PP y el PSOE pacten la renta básica universal.

Concebir el mundo en la utopía es cabalgar un sueño para el que quizás no quede tiempo. Rajoy, en su exasperante quietud, tiene extrañas maneras de aparecerse . En esta última fiesta, ha susurrado «dóblate junco» al oído de la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría y la ha mandado a la tierra a sembrar el diálogo en torno a pequeñas cuitas cotidianas mientras los técnicos en revoluciones discuten sobre bajo qué árbol hay que cavar la trinchera.

Los mismos que empujaban a la vieja política y sus caducos votantes hacia el barranco de los pactos asimétricos, todos los que justamente pidieron acuerdos urgentes, ahora despotrican contra el contacto con el infiel. La suya resulta una torpeza táctica, pues inspiran la jugada, pero renuncian a tirar a puerta. No quieren mancharse. Cualquier cesión en el programa , no digamos ya ideológica, supone deslealtad , vileza y apostasía; la renuncia a la religión verdadera.

No van a creerme, pero existe un mundo en el que algunos problemas son cuestiones de números y de decisiones donde se desdibujan las líneas entre buenos y malos. Este principio se ha asumido tradicionalmente en otras tribus como la italiana, que dio al mundo, desde una misma tierra y sin aparente conflicto, a Rafaela Carrá y a Franco Battiato. En Italia la tierra ha temblado 45.000 veces desde agosto.

Que el PP y el PSOE se pongan de acuerdo en algo no supone un cisma de nada pues, de existir, ese es, matemáticamente, el pueblo. El consenso no significa un problema para los que estamos acostumbrados a tener que pactar continuamente con las diferentes partes adversarias de uno mismo. Es probable que sí que haya que mantener una postura definitiva que se erija contra los problemas e injusticias de los hombres, pero quizás ser radical consista en mirarse, sentarse, hablar, y ceder. ¿Acaso no es la poesía un pacto entre desconocidos?

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