IGNACIO M. BUSTAMANTE
Podemos:Año I
Sin duda, el año que dejamos atrás es el ‘Año I Kichi’
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Sin duda, el año que hoy dejamos atrás es el ‘Año I Kichi’. O quizá el ‘Año I Podemos’, cuyo máximo representante en el sur de esta nuestra península ibérica es el alcalde de Cádiz. Ha sido el año del profesor sindicalista liberado que de las tablas del Falla pasó al despacho de la alcaldía sin que ni siquiera él tuviera plena conciencia de lo que estaba pasando. En un abrir y cerrar de ojos. En apenas unos meses dejó de ir a los ensayos nocturnos de la comparsa de Bienvenido y a las asambleas de su partido –esos círculos que representan el sentir popular en toda su plenitud y elevan el concepto de democracia a su grado más superlativo– para ir a mítines electorales. Allí no dejó de cantar, pues casi todos los cerraba con un pasodoble. Pero cuando se quiso –nos quisimos– dar cuenta, estaba metido de lleno en reuniones con todo tipo de responsables de diferentes administraciones y entidades. Representando a los gaditanos. Y a las gaditanas. Obviamente. Como Excelentísimo Señor Alcalde de Cádiz.
A Don José María González Santos no se le puede negar la buena intención. Está fuera de toda duda que su único interés es mejorar la calidad de vida de sus vecinos. Y sus vecinas. De la gente. Sin conocerlo personalmente, destila un aire noble. Sincero. Con buen fondo. Pero no cabe la menor duda de que esos méritos son claramente insuficientes para la empresa en la que se ha embarcado. Su responsabilidad es tan grande que hace falta muchísimo más. Porque además –quizá a modo de escudo protector contra las críticas o quizá por pleno convencimiento– está instalado en un discurso penosamente demagógico en el que la parte se impone al todo. Su idea de un Cádiz miserable, malviviendo en una suerte de pobreza crónica, es sencillamente falsa. No cabe la menor duda de que la ciudad tiene importantes problemas de carácter social que debe atender. Pero ese problema no puede distraer del resto de asuntos. El alcalde es el responsable primero del progreso de la ciudad. De la generación de riqueza. Debe abanderar los movimientos para atraer empresas, inversión. A partir de ahí se crecerá. Y los problemas sociales irán disminuyendo. Lógica pura que desde el universo Podemos no llegan a entender.
Da la sensación de que el alcalde y todos los de su círculo ‘necesitan’ de esa pobreza para crecer en política. Al menos hacerla lo más visible posible para erigirse en los únicos liberadores del pueblo del yugo de los ‘ricos’. Una estrategia que tiene siglos y siglos de historia, que se repite desde el origen de las civilizaciones, y que –paradójicamente– ellos mismos denominan ‘nueva política’.
Sin apenas darse cuenta, José María González pasó de los ensayos de su comparsa a la Alcaldía
Sus verdades ‘absolutas’ no se convierten en ciertas por más que se empeñen en repetirlas una y otra vez. Hay demasiada doctrina en el día a día del alcalde y pocos hechos tangibles que de verdad redunden en la mejoría de la calidad de vida de los gaditanos. Si lo mejor que el alcalde puede vender de su gestión es haber acabado con el hambre infantil –que no existía– o con los desahucios –que no lo ha hecho–, el panorama que nos queda por delante a los gaditanos es sencillamente desalentador.
Sin duda, en este primer tramo de su mandato han pesado más una serie de asuntos que se podrían calificar de anecdóticos, pero que han empleado buena parte de su tiempo. Los gaditanos hemos asistido perplejos a polémicas con banderas de España, cuadros de alcaldes, incidentes con cónsules o bodas con traje de chaqueta o en mangas de camisa. Todo muy mediático, muy llamativo, pero que en realidad en nada sirve para mejorar la ciudad.
Probablemente, esa pueda ser la mayor crítica que se le pueda hacer a Kichi: el estar más preocupado por hacer visible su ideología, sus convencimientos personales, que por gestionar la ciudad que tiene entre manos. Ha empleado más tiempo en mostrarnos las ‘bondades’ del anticapitalismo radical que en arreglar farolas, por hacer un simil no del todo correcto.
Pésimo nivel político
Otra de los discursos que el alcalde ha ‘vendido’ en los últimos tiempos es que los resultados de las elecciones generales han supuesto un respaldo a sus políticas municipales. Podemos creció en dos mil votos el 20 de diciembre con respecto a los comicios municipales de mayo y Kichi los ha hechos suyos, en un paralelismo que resulta imposible de establecer. Y él lo sabe. Pero conviene en este caso. Obvia que tanto en una como en otra, el ganador en la capital fue el Partido Popular, aunque en este sentido no cabe extrañarse porque todos, absolutamente todos, los partidos lo hacen. Los viejos y los que van de nuevos.
Pero independientemente de lecturas más o menos interesadas, lo cierto es que el nivel político de la ciudad nunca fue más bajo. Al margen de la formación académica y profesional de los componentes del equipo de gobierno –que en ocasiones roza lo patético para cualquier responsable público– la gestión de muchos de ellos resulta bochornosa.
Los miembros de su equipo de Gobierno, salidos delos círculos de Podemos, apenas tienen preparación
La emisión en Onda Cádiz de los plenos municipales en directo han evidenciado que muchos de ellos no saben ni tan siquiera expresarse de forma correcta. Y los resultados de su gestión brillan por su ausencia. Los teóricamente más fuertes han cometido ya demasiados errores. Algunos anecdóticos, como la joven María Romay, que pese a su bisoñez trata de sentar cátedra cada vez que habla públicamente. Y otros de mayor calado, como los del responsable de Hacienda, David Navarro, que hasta por dos veces ha tenido que rectificar sus propias palabras al hacer referencia a las cuentas públicas. A la tercera, cuando el concejal socialista Juan Cantero le acusó de mentir sobre la reducción de la deuda municipal, ya no quiso hacerlo. Y ambos se enfrascaron en un cruce de declaraciones y acusaciones que desde Ciudadanos calificaron como un ‘partido de tenis’. Y ahí siguen. En el segundo set.
Pero sin duda, el concejal estrella es otro joven, descendiente de familia de rancio abolengo de la que no parece sentirse muy orgulloso. Adrián Martínez de Pinillos ha protagonizado algunos de los capítulos más surrealistas de lo que llevamos de legislatura. La mayoría de ellos con el Carnaval como telón de fondo y las ninfas como protagonistas. Célebres son ya sus propuestas para eliminar esta figura de la fiesta gaditana por considerarla franquista o machista. O sus afirmaciones sobre la supuesta sexualización de las ninfas infantiles. Absurdeces que al menos han servido de entretenimiento para la ‘gente’, para sus vecinos. Y vecinas. Y además, lo ha hecho con un aplomo, con una seguridad en sí mismo, con un convencimiento basado en sus bastos conocimientos y experiencia, que lo convierte en aún más ridículo.
El resto de sus compañeros, como Ana Camelo, Manuel González Bauza, Ana Fernández o Laura Jiménez son de un perfil tan bajo que el propio alcalde debería replantearse si de de verdad son sus mejores compañeros de viaje.
Asesores externos
En un ejercicio de generosidad, cabría disculpar a Kichi por rodearse de un equipo de tan bajo nivel político. Al fin y al cabo está siendo congruente con sus principios. El equipo de gobierno no lo nombra él, sino el ‘círculo’. Sale de las asambleas de patio de colegio. Y él no tiene más remedio que aceptarlo.
Sin embargo, sí es responsabilidad directa suya el nombramiento de los asesores municipales, en torno a los cuales ha habido no pocas polémicas. El jefe de todos es José Vicente Barcia, un activista medioambiental que apenas había pisado Cádiz y cuyo principal ‘mérito’ es haber descubierto que aquí hay sol, luz, viento y agua. Un consejero que –cuan Florentino Pérez– no duda en culpar a la prensa de buena parte de los males de una ciudad a la que, con toda seguridad, no volverá una vez deje de cobrar de sus arcas públicas.
Ni socialistas ni populares están sabiendo combatir la pésima política que se ejerce desde el Ayuntamiento
Probablemente nunca sabremos si fue él quien decidió que el alcalde debía dar una rueda de prensa al día siguiente de las elecciones generales para ajustar cuentas. Su incremento de votos con respecto a las municipales y la pérdida de ellos por parte del Partido Popular les instaló en una nube de euforia que les llevó a repetir los dogmas de los que ellos mismos están convencidos pero que las matemáticas se empeñan en desmontar. Habló Kichi apenas doce horas después de los comicios de ‘marea’, de ‘reforzamiento de sus políticas’ o del fin del bipartidismo, obviando que el partido más votado volvió a ser el de Teófila Martínez. Y que una hipotética –y responsable– suma de PP y PSOE le dejarían como un mero grupo residual en la oposición, sin ningún margen de gestión de nada.
Véndalo como lo venda, los números dicen que a Podemos lo eligieron apenas un 18% de los gaditanos con derecho a voto. Hubo 82.000 personas que el pasado 24 de mayo podían introducir la papeleta con su nombre en la urna y no lo hicieron. Frente a los 18.000 que sí. Si esa es la marea de la que habla Podemos, más bien se queda en olas ‘orilleras’, que diría el gran Antonio Reguera.
Cooperador necesario
Ocurre que Kichi ha tenido la tremenda suerte de encontrarse con el peor PSOE de la historia de la democracia en Cádiz. Un partido Socialista que obtuvo cinco ridículos asientos en el Pleno del Ayuntamiento de Cádiz, pero que sin embargo se convirtió en la llave para que Podemos se hiciera con el poder. Tras dos décadas en el ostracismo, que se dice pronto, Fran González se vio ante la oportunidad histórica de desbancar a Teófila Martínez, aunque fuera de rebote. Para ello ‘sólo’ tenía que apoyar a Kichi. Y así lo hizo, anteponiendo de forma gravísima los intereses de su partido a los de su ciudad. Una decisión que le costó no pocos reproches en el seno de su propio partido, en una situación muy similar a la que ahora se vive a nivel nacional.
Como solución intermedia, Fran González tomó la decisión de favorecer la investidura del alcalde podemita para posteriormente afixiarle cuanto pudiera. Y está cumpliendo su plan a rajatabla. Tanto que incluso la relación personal entre ambos está más que deteriorada, como empieza a estarlo la propia ciudad.
Sólo el tiempo dirá si Fran González hizo mal. O mejor dicho, cuánto mal hizo. Porque resulta evidente que la ciudad está dando pasos hacia atrás a marchas forzadas, de los que veremos cuándo y cómo se recupera.
El PSOE está siendo, pues, su principal enemigo en el Ayuntamiento, quien está realizando una labor de oposición más dura. Pero lo hace obviando que al mismo tiempo juega ese papel de cooperador necesario, en una pésima estrategia que desvela la incongruencia con la que está desempeñando su papel.
El PP, de soslayo
Tampoco el Partido popular vive su mejor momento, precisamente. Desde que perdieron el poder, que no las elecciones, han decidido ponerse de perfil. Apenas están realizando una oposición eficiente, confiando quizá en que el equipo de Gobierno se estrelle solo. Prácticamente solo en los plenos municipales –una vez al mes– se muestran críticos. Teófila Martínez ha pasado a un segundo plano y es Ignacio Romaní quien ha asumido el papel de azote de Podemos. Habrá que ver si a partir de ahora, tras la celebración de las elecciones generales y cuando se aclare un poco más el panorama a nivel nacional, si deciden pasar a la acción de una forma más crítica o se mantienen en ese perfil bajo.
Vuelco provincial
Donde sí hubo un vuelco evidente tras las elecciones municipales de mayo fue en la provincia. Todos los grandes municipios que estaban regentados por el Partido Popular pasaron a manos del PSOE, excepción hecha de Algeciras. Pero en Jerez, San Fernando, Chiclana o El Puerto hubo un importante cambio de rumbo, que de momento es pronto para valorar, aunque sus habitantes pueden al menos tener la tranquilidad de estar gobernados por un partido que no va a cometer ‘locuras’. Tanto Patricia Cavada en La Isla, como Román en Chiclana o De la Encina en El Puerto llevan ya meses dedicados exclusivamente a la gestión de sus municipios, lo que en estos tiempos ya es de agradecer. Y lo están haciendo con cabeza, centrados en el día a día, no instalados en la falta de cordura que se vive en la capital.
El PSOE ‘reconquistó’ la provincia y se dedica de lleno a la gestión, lo que es de agradecer en estos tiempos
Exactamente igual que su ‘jefa’ en la Diputación. Irene García ya ha liderado diversas propuestas orientadas a la creación de empleo y la generación de riqueza, tan necesarias por estos lares. Según vaya desarrollándose su legislatura comprobaremos si dan sus frutos o no.
Mención aparte merece Puerto Real, donde Podemos también alcanzó el sillón de mando. Con un perfil muy parecido al de Kichi, Antonio Romero es el responsable de dirigir los designios de la población de la Bahía más atrasada de todas. Tantos años de gobierno de Barroso la dejaron como una especie de ‘güeto’, estancada pese a sus enormes posibilidades de crecimiento, con las instalaciones de Navantia, Airbus o la Universidad.
Cruda realidad
Mañana comienza 2016, un año plagado de retos para los gaditanos. Para una provincia líder en número de parados. Atrás quedaron las elecciones andaluzas, municipales y generales. Volvemos a la rutina, a la cotidianidad. Ya no quedan promesas por hacer, sólo esperar, exigir, que las realizadas se hagan realidad.
Navantia debe por fin recuperar parte del mucho esplendor perdido para unirse a la industria aeronáutica como motor de la economía gaditana. Sin olvidar el turismo, sector fundamental para el desarrollo de Cádiz. Y para ello, unos y otros deben aparcar sus diferencias, sus absurdos enfrentamientos, y remar en la misma dirección.
Poco importa a los ciudadanos si el alcalde de Cádiz es anticapitalista convencido o gusta de cantar pasodobles en sus mítines. No interesa si el PSOE solventa o no sus problemas internos o si el PP necesita una renovación en sus filas. Lo único de verdad relevante es atraer inversiones y crear empleo. A partir de ahí los problemas se van afrontando. Pero esa debe ser la diana a la que apuntar, en la que centrar el tiro. Reprochaba el alcalde de Cádiz al PP en el último pleno que hayan construido un hotel en lugar de parques. Con esa mentalidad difícilmente Cádiz prosperará. Hay que combinar ambas cosas, pero sin perder nunca de vista que la mejor política social es, siempre, una buena política económica.