LA VOZ DE CÁDIZ
Poco de qué presumir
En la Escuela de Hostelería, la Junta sólo trata de recomponer las piezas de lo que rompió
El sistemático y prolongado destrozo de la Escuela de Hostelería de Cádiz fue uno de los mayores monumentos a la incompetencia y la desidia que la Junta de Andalucía haya levantado en la capital gaditana. Y tiene muchos, alguno tan voluminoso como la residencia Tiempo Libre. Durante casi cinco años, hasta 2016, este centro que era ejemplo de inserción laboral y formación de pequeños empresarios jóvenes fue desatendido hasta límites intolerables. El calvario de los docentes y trabajadores del centro incluyó un escalofriante número de meses sin cobrar. Muchos no aguantaron. Los alumnos, por su parte, se quedaron sin poder iniciar o proseguir sus estudios. Una fuente de creación de empleo y cultura, uno de los pilares de la gastronomía y el turismo se quedaba sin oxígeno sin más motivo que la incapacidad burocrática. El Gobierno regional se llevó meses y meses anunciando la reapertura del centro y prometiendo el pago de las nóminas atrasadas a sus profesores.
Falló, incumplió, en numerosas ocasiones sus propios anuncios pero parece que, por fin, el pasado otoño llegó la normalidad y el próximo curso se desarrollará con una serenidad que ha faltado hasta el presente. Se producirá el prodigio de regresar a la normalidad perdida durante todo este tiempo. Durante los últimos años, la pelota ha pasado de un consejero a otro hasta que la propia administración regional se vio obligada a pedir disculpas por esta situación.
La realidad es que hasta el próximo septiembre –o desde el pasado otoño si quieren ustedes ser generosos– no ha llegado el momento de abrir un curso con cierta calma en otoño ni el dinero para pagar los salarios.
La Junta de Andalucía organizó ayer una visita para concejales, diputados autonómicos y otros representantes políticos.Los de Podemos y Ganemos se inventaron una excusa para no ir porque, en cualquier caso, no hay motivos para presumir. La Junta no ha hecho más que tratar de recomponer los trozos rotos de una máquina de crear empleo que funcionaba.
El restaurante del centro sigue cerrado, faltan numerosos profesores, no se han cubierto bajas que son esenciales y el número de alumnos matriculados ha bajado de forma alarmante, igual que el número de solicitudes. Es obvio que los últimos años no promueven la confianza en la estabilidad y el funcionamiento de un centro que era referencia en toda España. Así que por mucha visita que se organice, nada es como antes.
Poco de qué presumir.