El Apunte
Los plenos y las lágrimas
Las escenas de tensión se mantienen en las sesiones pero ahora las sufren los que las fomentaban
El clima de tensión entre el público que acude a los plenos municipales, las peticiones de gaditanos desesperados por la falta de empleo o vivienda crea escenas como la vivida ayer. Lamentable y triste resultó ver a una ciudadana superada por sus circunstancias y por la falta de atención, desfallecida de pura impotencia en mitad de la sesión y el salón. Estas expresiones, fomentadas en su día por los círculos de Podemos pero ahora sufridas por esos mismos impulsores, forman otra de las lacras de estas sesiones. Podemos y el movimiento que lo sustenta se benefició en el mandato anterior de algunas protestas mediáticas, teatralizadas y exageradas. Ahora, tras prometer toda la ayuda para toda la gente, como si eso fuera posible, se enfrenta a la decepción, a las expectativas frustradas, a la dura realidad. Ni todo era tan fácil, ni los demás eran tan malos ni tan torpes. Las lágrimas son las mismas. Los vecinos han tomado el hábito de usar los plenos como legítimo altavoz de su desesperación pero ahora los bocinazos en la oreja se los lleva José María González Santos. Poca utilidad más le encuentran los vecinos a los plenos, tan intrascendentes como siempre y como antes. Ya no se trata de su posible duración, incompatible con el seguimiento ciudadano, ni de las dificultades para la participación de los vecinos, que tratan de ser corregidas cada poco tiempo.
El mayor defecto de los plenos municipales del Ayuntamiento de Cádiz, hace tiempo, está en su contenido, en su filosofía. Su mayor tara es su intrascendencia. La mayoría de los puntos a debatir (ya desde los últimos cuatro años de Teófila Martínez en la Alcaldía) están llenos de llamamientos a la paz universal, instancias a instituciones de mayor rango, declaraciones vacías o proclamas de lo más estrambóticas. Se ha llegado a hablar del modelo económico de Bangladesh como si alguien en este foro, en esta ciudad, tuviera un conocimiento mínimamente formado sobre tal cuestión, como si no sonara más que a broma. Sirva ese ejemplo exagerado para resaltar que un modesto ayuntamiento de provincias no tiene capacidad para corregir el producto interior bruto, vetar la independencia de los territorios o velar por los grandes movimientos migratorios. La mitad del tiempo, como poco, se les escapa tratando del sexo de los ángeles. La otra mitad, discutiendo si los ángeles existen o si los concejales laicos deben ir a recibirlos cuando decidan tomar tierra en Cádiz.