OPINIÓN
El perro andaluz
El potencial que tenemos es inmenso y a veces lo obviamos
Quien conoce el cine de Luis Buñuel, con este título, habrá recordado su famosa película vinculada a personajes enigmáticos como Lorca o Dalí. Igualmente, los carnavaleros habrán imaginado la temática de esta columna.
Y es que este término, que hace alusión a la existencia de ... un supuesto «sambenito» que provoca que los andaluces siempre seamos considerados seres inferiores por el resto de la humanidad, puede que se originase en el cortometraje del cineasta de Teruel – tierra de moda y que ya por entonces existía– pero fue Martínez Ares, en su comparsa, quien dio forma al concepto. Un concepto extensible a los gaditanos y, por qué no, a los españoles.
Nuestra mayor condena no es que otros, en función de su lugar de origen, se consideren superiores a nosotros. De hecho, esto suele ocurrir muy raramente y si lo hace, con frecuencia, es con aquellos que se arrojan el apelativo de «progresistas». Quienes nos consideran «bufones» son los que no entienden nuestra cultura y la creen primitiva. Aquellos que no hacen más que confirmar el dicho de «progresista es a progreso, lo que carterista es a cartera». Pero más allá de eso, como decía, nuestra lacra no es lo que otros piensen. Es que nosotros mismos hemos creído que nuestra ciudad, región y país están y siempre estarán a la cola . Pensamos que si España es la cola de Europa, Andalucía lo es de España, y Cádiz de Andalucía. Pensamos que un futuro exitoso y que una vida plena únicamente se encuentran lejos del lugar que nos vio nacer. Que solo dejaremos de ser «perros» cuando nos convirtamos en emigrantes agradecidos –charnegos contemporáneos – que renieguen de sus orígenes y solo añoren su tierra de una manera idílica.
Nuestra historia, lengua, cultura, e incluso datos estadísticos actuales tumban con creces esta teoría de la inferioridad de España como nación, Andalucía como región y Cádiz como ciudad . El potencial que tenemos es inmenso y a veces lo obviamos.
Es cierto que todos tenemos que abandonar, temporalmente, el nido en algún momento; o bien por estudios o bien por trabajo. A 100, a 600, o a 5000 kilómetros. Es bueno para nuestra formación y para nuestro desarrollo personal. Pero en un país que se desmorona territorialmente, en una tierra como Andalucía que está obrando el milagro de estar a la cabeza en la creación de empleo, pero que sigue con la histórica y heredada lacra del paro estructural, en una ciudad como Cádiz que cada vez pierde más población; nuestro deber debería ser –o así, personalmente, lo creo– regresar en algún momento y devolver a nuestra tierra lo que nos ha dado.
Necesitamos talento. No solo importarlo, sino mantener el que aquí se produce, que no es poco. Talento que sepa desarrollar el potencial de crecimiento que tenemos como sociedad.
Pero además de haber creído nuestra propia leyenda negra, hay otros factores que hacen que cada vez seamos menos y que nuestro talento no regrese. ¿Quién debe solucionarlos? ¿Cómo hacerlo? La reflexión sobre estas preguntas abre una puerta que una próxima columna, sin duda, puede cerrar.
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