Patricia Gallardo
Presentación
Los que me conocen saben que nací en la capital, que sin desmerecerla ni mucho menos, he de decir a boca llena que yo soy viñera
Cuando me ofrecieron participar de este rinconcillo, la verdad es que no sabía por dónde empezar. Lo normal sería que me presentara y contara un poco de mi currículum: me llamo tal, he hecho tal…. No obstante, eso me parecía un poco aburrido, así que ... lo he querido enfocar un poco a mis raíces. Los que me conocen saben que nací en la capital, que sin desmerecerla ni mucho menos, he de decir a boca llena que yo soy viñera. Mi infancia pasó en plena calle Venezuela, la otra esquina del bar El Faro, porque todo el mundo decía que estaba en la calle San Félix, lo cual no es del todo cierto. Me pasaba el verano remojándome los pies en la orilla de la Caleta, tirándome de la ‘resbalaera’ cuando la marea alta llegaba a sus pies, y de la piedra barco; el puente Canal siempre me dio ‘canguelo’, eso se lo dejaba a mis hermanos. Ni siquiera era capaz de atrapar cangrejos, pero si me paseaba con mis gargajillos por la piedras en busca de sapitos y camarones. Estudié en Capuchinos, o lo que es lo mismo en el colegio Bartolomé Esteban Murillo, mi madre quería que estudiara en la Palma, con mi pichi gris al principio y mi falda de cuadros roja y azul después, pero no pudo ser, y yo que me alegro porque a mí me gustaba mucho mi cole. Luego terminé en IES La Viña, que no la Salle, no nos confundamos por Dios. Y después al parque, a la Facultad de Filosofía y Letras. Se ve que las mates no eran lo mío. Toda la culpa la tenía la biblioteca de La Viña, de la cual me bebía todos sus libros según iba creciendo. ¿He dicho ya que era de la Viña? Por si no ha quedado claro, diré que fui de comunión y de boda a la iglesia de la Palma. Compraba los jarabes en la farmacia de San Félix. El pan en casa Ana en la calle de la Palma. Y el resto en los tres ‘coviranes’ del barrio, en casa Tito y en la carnicería de Ramón. Participé vestida de princesa en un concurso de disfraces con nueve años en los carnavales de 1988 (y más tarde de gogó en las cabalgatas), en uno de los tablaos de la calle de la Palma, donde escuché a lo largo de los años: ‘La momias de güete’, ‘Los caiman’, ‘Los bordes del área’… y muchas chirigotas más. En mi adolescencia me hice fan de ‘Martine Are’, pero de su primera etapa, que nadie me mate por favor. Y así, durante años viendo la evolución de las luces de carnaval, de las bombillas tradicionales a las económicas LED. Pero esto no quería decir que no saliera del barrio, que me gustaban muchos los churros de la plaza y visitar Elcano cuando llegaba al muelle. La Gran Regata fue espectacular y el Quinto Centenario del Descubrimiento de Colón, también por supuesto. Algunas veces también me iba a la Victoria y a pasear, valga la redundancia, por el Paseo. He sido testigo del Cádiz de cine: tuve el honor de ver a Pierce Brosnan entrar en El Faro y Halley Berry con su bikini naranja, fueron de los pocos días en mi vida que hice «robona», pero como iba a la facultad, era una decisión adulta. Los extras de Alatriste, que por cierto olían raro, se paseaban por la calle de la Rosa para tomar café. A Tom Cruise me costó un poco más verlo.
En fin, ahora soy cañaílla de adopción y también estoy muy a gusto. Y solo espero que vosotros también lo estéis en este rinconcillo que compartiremos cada semana.
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