Patricia Gallardo
La pizzería
Desde el inicio de la pandemia, no hacen más que menguar las cantidades de los productos o subir los precios de todo: la cesta de la compra, las transacciones, el carburante
Hace muchos años, como hacen la mayoría de los estudiantes de estudios superiores, trabajé en una conocida pizzería, famosa por pertenecer a un franquicia que fue de las primeras en trabajar dicho gremio en España. No haré publicidad gratuita, pero sí subliminal. Aquella que era ... reconocida por su oferta de 2X1 a recoger, y que estaba en la esquina de una plaza muy emblemática donde se ha celebrado el pregón de carnaval durante años. Bueno, que me voy por las ramas. Dicha pizzería tenía una estrategia de marketing muy estudiada con sus ofertas y regalos para atraer a sus clientes, desplegadas en lo que conocíamos como el cupón, del cual me tenía que aprender la letra chica en cada cambio de campaña, para que el cliente no me cogiera a contrapié. Ya saben la picaresca española. Dentro de estas estrategias entraban cómo sacarle el mayor partido a la materia prima, es decir, reducir costos y aumentar las ganancias. Un día, de buenas a primeras, a principios de año, el tamaño de las redecillas donde iban las bases de las pizzas menguó visiblemente, su diámetro fue reducido casi el ancho de medio dedo, que a priori no parecía demasiado, pero que a efectos prácticos, sí lo era. A los que trabajábamos allí no sorprendió bastante, pero los de arriba lo justificaron con que los precios de los ingredientes habían subido y, o quitaban ingredientes o subían el precio exponencialmente, cosa que crearía gran impacto en el cliente. Que la subida del euro les chocaría más que la mengua de la pizza y que de todos modos apenas se notaría. He de decir que los clientes habituales sí se dieron cuenta, pero claudicaron y después de un par de semanas de protestas entre dientes con frases del tipo: «¡Qué poca vergüenza!» «¡Qué descaro!», se conformaron con el cambio. Al cabo del tiempo, no demasiado, quizás unos tres meses o menos, en la siguiente campaña de temporada, la pizza subió entre 50 céntimos y 1 euro de media, dependiendo del tamaño y especialidad. La clientela no protestó esta vez, porque normalmente subían algo cada campaña, que luego compensaban con ofertas, vale, pero aun así subía algo. ¿Qué quiero decir con todo esto? Que en menos de tres meses nos quitaron masa de la base de la pizza, sí, esa que supuestamente tenía un secreto según su publicidad, y nos subieron el precio de la misma de manera tan sutil, que siguieron las ventas sin problemas, ni protestas, ya que su campaña de marketing estaba tan consolidada, que habían sabido dorarnos la píldora con explicaciones, que a mí me parecían excusas, que justificaron la subida. Esta estrategia me recuerda bastante al panorama económico actual, que no hacen más que menguar las cantidades de los productos, (tengo un ejemplo en un refresco también muy conocido, que ha menguado su botella de 2 litros a una de litro y tres cuartos para dejarla al mismo precio, sin que nos demos mucha cuenta), o subir los precios de todo, la cesta de la compra, las transacciones, el carburante...(30 euros por 14 míseros litros) desde el inicio de la pandemia, como mínimo, si no durante toda la legislatura, y lo quieren justificar con la guerra de Ucrania, que no digo que no tenga nada que ver, ni mucho menos, pero que eso es solo la subida de entre 50 céntimos y 1 euro de la pizza, cuando la reducción de tamaño de la base ya venía de mucho antes, solo que esta vez, el cliente, en este caso el español de a pie, sí ha dado cuenta del engaño. Lástima que no tengamos libro de quejas y reclamaciones para reclamar la subida.