Patricia Gallardo

Matemáticas

Me alucina ver cómo nociones tan básicas para nosotros como la existencia del cero (0) como concepto de la nada no existiese desde los albores de las matemáticas y que ha sido desarrollado a lo largo de los siglos por los grandes pensadores, que como decía Inma pusieron el empeño en «entender»

Patricia Gallardo

El otro día, hablando con mi sobrino, que estudia un bachillerato de sociales; es decir otro ‘de letras’ como yo, me comentaba que no veía las matemáticas necesarias, más allá de su practicidad diaria de las cuatro operaciones básicas, a saber: sumar, restar, multiplicar y ... dividir. Al menos para alumnos que no se iban a dedicar a carreras matemáticas o de ingeniería. Su razonamiento me llevó a acordarme del meme que rula por las redes que reza: Otro día más sin usar en máximo común divisor. Y yo, ‘de letras’, me revolví cual lagartija y me coloqué con lanza en ristre en defensa de las mismas. Argumentando que, aunque yo no era buena en ellas tampoco, sí eran necesarias para desarrollar nuestro pensamiento abstracto y para ver más allá. Algo que diferencia a los humanos de los animales, aunque según tengo entendido algunos animales más desarrollados saben contar. Forman parte de la humanidad, al igual que otros saberes, como el desarrollo de la comunicación, las habilidades sociales, el concepto de historia y naturaleza y de la conciencia del «yo». Siempre me ha dado pena no entenderlas más, o como decía Inma, la mejor profesora de matemáticas que pude tener nunca, no poner más empeño en entenderlas. Porque hasta el punto que las entendí siempre me parecieron mágicas y maravillosas, luego fueron mi tormento personal; adaptándome al medio con «las cuentas de la vieja», de lo cual no me avergüenzo, porque como decía la bendita Inma; también son matemáticas. Me alucina ver cómo nociones tan básicas para nosotros como la existencia del cero (0) como concepto de la nada no existiese desde los albores de las matemáticas y que ha sido desarrollado a lo largo de los siglos por los grandes pensadores, que como decía Inma pusieron el empeño en «entender». Los antiguos griegos y romanos, grandes ingenieros ellos, no consiguieron darle nombre a «la nada», ni siquiera los griegos padres de la lógica y la geometría utilizaron el 0. Los mayas y babilonios empezaron a usar el cero para marcar un número ausente. Fue un matemático indio allá por el 600 y pico después de Cristo (podría buscarlo en Google para decirlo con más exactitud, pero así creo cierta curiosidad y os animo que lo busquéis vosotros) quien lo usó como un número más y revolucionó todas las matemáticas desde ese momento hasta el día de hoy. Pero eso fue en la India, a Europa no llegó hasta 1202 aproximadamente de la mano del italiano Fibonacci cuando publicó su Liber Abaci (Libro del ábaco). Sí, sí, Fibonacci el precursor de la proporción áurea o número romanesco, una constante en la naturaleza. A lo que voy, el concepto del cero es relativamente nuevo, si tomamos en cuenta la tira de años que llevamos en la Tierra. Y como el cero, otros muchos conceptos matemáticos han visto la luz a través del esfuerzo de muchas grandes mentes a lo largo de los años. Por lo tanto, primero por respeto a esos estudiosos y segundo por su gran aporte a la humanidad y a su desarrollo, yo que soy «de letras» afirmo y defiendo que las matemáticas son necesarias, aunque no las entienda a ciertos niveles. Aunque tal vez, solo tal vez, no haya puesto el suficiente empeño en entenderlas.

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