Patricia Gallardo
Eurovisión y el gol de Iniesta
Este año sí he vivido el festival como un festival de antaño, disfrutando de todos los doces que nos daban
En mi casa se ha visto la Eurovisión de toda la vida, y yo he seguido con dicha la tradición. No es que nos consideremos eurofans, entiéndase esto como aquel fan que se sabe al dedillo todos los detalles del evento, tales como en qué ... año pasó tal o cual anécdota, qué jurado puntuó mejor, etc. Así que solo nos quedamos en meros fans, de ahí que esta columna venga a posteriori del día de la final y no antes. Ya que hace tiempo, sí que veía el certamen como un concurso emocionante, (hablamos de los años de Anabel Conde, por ejemplo), y ahora lo veo como un certamen de canciones sin más, sobre todo desde que cambió el sistemas de votaciones incluyendo el televoto. Es un sistema tan voluble y subjetivo, que me da pereza especular antes del certamen sobre quién ganará. Además de que por todos es sabido que las votaciones, tanto las de televoto como las del jurado tradicional, por muy apolítico que digan que es el certamen (si así fuera, y no condenadme con lo que voy a decir, Rusia debería haber participado según esa premisa, que luego hayan tirado de otros hilos es otro cantar), se rigen por afinidad geopolítica. Y este año no ha sido diferente con el tema de Ucrania, estaba cantado que el voto popular iba a ser para ellos. No obstante, lo que realmente ha escocido en algunos sectores (algunos han tildado de frívola su participación y otros que deberían estar luchando en el frente y no en el escenario..., cuando hay muchas formas de lucha, pero por supuesto no voy ahondar en esa cuestión), es que este año ha sido demasiado descarado y que nos ha importado más porque España estaba en el top de la tabla. Si somos justos, Ucrania no llevaba una mala canción, al menos para mi gusto, por lo menos en la parte folclórica, ya que en el rapeo flojeaba. De hecho, Ucrania suele llevar canciones que suelen quedarse entre las diez primeras, como se ha reflejado también este año en las votaciones de los jurados profesionales. Pero, es que este año nosotros llevábamos una mejor performance. Confieso que yo quería llevar, en un principio, a Las Tanxugueiras por aquello del que el folclore evolucionado vende en Eurovisión, mejor que no me dieran el gusto, ya que nos hubiéramos dado de bruces con la canción francesa que era una propuesta con los mismos aires célticos norteños. Así pues, quien propuso a Chanel sabía muy bien lo que se hacía, hasta tal punto, que como dice una amiga mía se deberían haber ahorrado el paripé del Benidorm Fest. A lo que voy, este año sí he vivido el festival como un festival de antaño, disfrutando de todos los doces que nos daban, un poco prudente con el primero y muy emocionada con el resto, con los nervios de la subida al segundo o tercer puesto en la tabla de manera intermitente, y aunque sabía que el voto popular no iba para nosotros, viví ese momento como si fuera la prórroga del mundial 2010, esperando un gol de Iniesta eurovisivo que nos salvara a última hora, porque la esperanza es lo último que se pierde. Este año no ha podido ser, pero para mí España ha quedado segunda, si no primera, en mi corazón, porque quedar a siete puntos de Reino Unido con cantante que es un tiktoker de millones de seguidores tiene un gran mérito, además de preguntarme qué habría pasado si las circunstancias de Ucrania hubieran sido otras y el reparto de los votos populares hubiera estado más repartido. Así pues, aún tengo la esperanza de ver ganar a España en Eurovisión como vi ganar el mundial de fútbol de 2010.
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