La Voz - El Apunte

La pataleta del alcalde

Los exabruptos contra la oposición resultan decepcionantes en una persona en posición de hacer mucho más

Es algo común en los tiempos que corren. Una persona, cualquiera, un ciudadano anónimo, lee cualquier cosa en internet y se deja llevar por la ira, por la indignación que le produce la información, parcial o no, contrastada o no, veraz o no. Reacciona de forma vehemente. Empieza a soltar palabras que den forma a ese malestar, que modelen la injusticia que cree sufrir o contemplar. En su escrito, por lo común, hay graves acusaciones dirigidas a personas inconcretas, a seres sin determinar, a vecinos o conocidos sin nombres y apellidos. Se trata de evitar querellas, problemas legales varios, pero dejar claro que se tiene un concepto pésimo de ellos. Quienes sean.

Esa forma de actuar es casi universal en los tiempos cibernéticos que vivimos. Casi todos hemos incurrido en el error o lo hemos contemplado. Es como decir, en estos días «hay que tener mal gusto para regalar calcetines a un familiar en Navidad». Pero no concretamos a qué familiar nos referimos ni señalamos a nadie de forma directa. Ahí queda la crítica informe. Como comportamiento general, esa censura ambigua resulta disculpable y comprensible. Es lo que se denomina un desahogo y quizás todos tengamos derecho a cometer ese error que no cambia nada ni siquiera aspira a lograrlo. Otra cosa es que lo haga un representante público, una persona que de forma inevitable habla en nombre de miles de conciudadanos. El alcalde de Cádiz incurrió ayer en este error. En una carta en las redes sociales volcó su malestar contra los que, dice, han forzado la dimisión del delegado de limpieza, al que define como un hombre honesto y bueno que no ha incurrido en la menor falta.

El problema de la actitud del alcalde es, una vez más, la incoherencia. Si nada ha hecho el concejal cabe preguntarse por qué acepta su dimisión y por qué no le convence de que siga. Si tan impecable es su trayectoria, cabe dudar de por qué le cortó en el Pleno y por qué no despejó el señalado las dudas sobre enchufismo. Si el alcalde tiene la certeza de que otros concejales han «colocado a sus amantes» está en una posición privilegiada para denunciar e investigar. Esos comportamientos execrables no eliminarían la responsabilidad de su compañero y si son más los que deben irse, empecemos ya. Los ciudadanos lo agradecerían. Decir, en cambio, que todos o muchos también han hecho no sabe qué se parece mucho a la pataleta de un niño al que han castigado. Esos comportamientos son comprensibles en cualquier hijo de vecino. En un alcalde, no. De un representante público cabe esperar algo más, mucho más. Es una decepción. Otra.

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