OPINIÓN
Un partido votante
En Podemos han tenido que lidiar con Pablo, Irene, Tania, Íñigo, Ramón, Carolina y Manuela y Ada
Podemos la dio al miércoles por la tarde algo de final de verano de adolescencia . En las postrimerías de la felicidad, con el jersey al hombro a la caída del sol, todo el mundo terminaba por ser colega y algo traidor. Recuerdo con ... agotamiento aquellas conversaciones de septiembre sobre la lealtad. Qué pelmada. Un castigo. A Sísifo, que era astuto y avaricioso, le dieron una piedra por condena. A cambio de no matarlo, le obligaron a empujar la piedra hasta lo alto de una montaña. Cuando llegaba arriba, la piedra volvía a rodar hasta abajo y tenía que volver a empezar por los tiempos de los tiempos.
En Podemos no sé si se ha empujado tanto, pero han tenido que lidiar con Pablo, Irene, Tania, Íñigo, Ramón, Carolina y Manuela y Ada , allá en la distancia de Barrio Sésamo. Podemos es un territorio onírico. Quizás hasta suene Celtas Cortos. 20 de abril de 2015, hola chata cómo estás. Puede que Pablo e Íñigo se escriban en un futuro. Antes se enviaban sobres fotos echando risas en las verbenas y ahora todo son reproches y aquella novia era mía.
En Podemos creían elegir entre Gramsci y Laclau y entre los conceptos flotantes contrapuestos y el núcleo irradiador y en realidad el partido era un dilema entre tú y yo . Ha pasado tanto tiempo que parece una eternidad. Todos parecíamos otros en aquella primavera de fuego de Madrid cuando rodeaban el congreso de sí mismos. Recuerdo aquella noche de gasolina y el rostro de una chica en Neptuno entre las cargas y las pedradas. Estaba de rodillas, había entrado en pánico. A su lado pasó una sombra de la UIP quebrando el aire como una espada azul. Ella me miró y vomitó. Apuesto a que ya ha terminado la carrera.
Cinco años. Íñigo aún se compra las chaquetas en la planta junior de los grandes almacenes y planea en círculos sobre la primavera del centro político. Manuela dice de él que es el yerno perfecto y a él le encantan sus magdalenas y el ‘confort food’ demócrata.
Iglesias teme que la pareja le saque al PSOE las empanadillas de lo que ha venido a denominar la izquierda amable -dicho esto como insulto-, como cuando en las urbanizaciones gringas se cocinan tartas como obsequio para los vecinos. No quiere que le adelanten por el centro, que parece una maniobra imposible , pero es un clásico. A mí me lo acaba de hacer un tipo en la m40.
La cocina de la casa de Carmena es el régimen del 78. Mientras tanto, en Galapagar, al contraluz del último atardecer de enero en la Sierra de Madrid, sobre la linde de las encinas tan verdes, Pablo e Irene sellan el tarro de las esencias de la nueva izquierda con el tapón de la gasolina del cortacésped.
Errejón no ha acudido al consejo nacional ciudadano pero va a verlo por la tele en un bar con unos colegas. Los alquimistas de la izquierda , atomizada de nuevo, buscan acomodo para todo su electorado, siempre tan alerta de la traición y garante de la pureza. Para la izquierda, que según Ábalos es una estrecha, es peor un traidor de izquierdas que la derecha . Para que el electorado se sienta cómodo en todo los casos, entre sociólogos, tertulianos, politólogos, tuitstars y demás familia extendida, la izquierda va a probar un nuevo antídoto para la abstención: un partido por votante.
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