Enrique Montiel de Arnáiz

París Rojo Alfa

Puede ser una broma del azar que el terror comenzara en Francia cuando los sans-culottes decidieron que «sí se podía» y que el terror retornara un #BloodyFriday13th para engancharnos al televisor

ENRIQUE MONTIEL DE ARNÁIZ

Fue una de esas odiosas casualidades por las que a veces nos deslizamos el que prestara a mi padre el otro día la novela ‘Sumisión’, de Michel Houellebecq, en la que éste teje una ucronía sobre la Francia gobernada por el Islam tras un proceso electoral en donde se pagó a los partidos tradicionales su mal oficio, permitiendo que entrara por la puerta de atrás un candidato musulmán. La visión del controvertido autor francés es intimista y desvergonzada, demostrando su magisterio literario. Mi padre, que estos días tristes y aciagos tiene el tamaño de su corazón incierto y oscilante, me confesó que le había encantado la obra, como esperaba. A veces el terror nos llega antes por los ojos y las lecturas que éstos arrastran que por la impactante consciencia de nuestra propia insignificancia. Puede ser una broma del azar que el terror comenzara en Francia cuando los sans-culottes decidieron que «sí se podía» y que el terror retornara un #BloodyFriday13th para engancharnos al televisor durante tres horas en una espiral –de progresión geométrica– de muertos, heridos y rehenes. Muchos empezaron a desempolvar el viejo artículo de Pérez-Reverte sobre la Yihad y otros aprovecharon para graznar y hacer demagogia; la mayoría se estremeció. Todos podríamos haber estado en ese concierto de Eagles of the Death Metal de la Sala Bataclan, paseando por el centro de París, podríamos tener a nuestro hijo deambulando por calles cortadas con el dolor helando nuestros pulmones. Los hijos, nuestra razón de persistir. Defendiendo a su prole he visto a una persona cabal volverse una fiera corrupia, esa que decía Baroja: «en forma de dragón rojo, con siete cabezas, diez cuernos, y unos candeleros con velas en cada cabeza, era evidentemente La Bestia del Apocalipsis». He ahí el camino por andar, el destino esperado: la respuesta firme y proporcional, sinónima de sangrienta. La República francesa carece del mojigatismo español, ese buenismo sociológico; Hollande sabe que el superviviente Benjamin Cazenovas y el pueblo galo que abandonó el Stade de France cantando al unísono La Marseillaise van a exigirle protección y venganza (la llamarán justicia) o tornarán la vista hacia Marine LePen. «¿Sumisión?» escupió en nuestra cara Houellebecq mientras el Alfa tornaba en Rojo París.

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