OPINIÓN
Paradón de Casillas
Don Pedro Sánchez Alehop tiene una agenda apretada y eso que aún no ha comenzado a viajar
Don Pedro Sánchez Alehop tiene una agenda apretada y eso que aún no ha comenzado a viajar. En su deseo de investidura, se reunirá el lunes con Pablo Casado , el martes con Rivera y con Iglesias y ojalá el ... miércoles con Rosalía. Se diría que tiene la legislatura hecha, y no. En su natural cuántico, Sánchez siempre está en dos sitios a la vez, como el amor correspondido, y ahora busca la manera de contentar a Iglesias y al tiempo de amordazarlo, no sea que se le alborote la españa rosa de los corazones que va por ahí desde el domingo cantándole una de Los Pecos. De todas las versiones de Sánchez, hasta el día 26 será la más dócil, pues no quiere asustar a su electorado. Hay que reconocerle a Sánchez el éxito de todas sus estrategias; las suyas, me refiero. La de reventar el centro derecha, por ejemplo y esta que viene de convertir a Iglesias en un gracioso pomerania de la socialdemocracia, que es el truco de magia que viene y la que auguro le saldrá bien, pues a Sánchez le quedan bien todos los trajes y clava todas las piruetas.
De todas sus transformaciones, quizás la más magnífica fue la de capitanear la legislatura friqui y ahora moverse por ahí con un aire moderadísimo y fiable como una invitación a cenar con el capitán del crucero de ‘Vacaciones en el mar’. Sánchez es la Ley de Murphy, pero al revés, porque la tostada siempre le cae con la manteca de lomo para arriba. La tormenta de mayo que siempre resulta fértil, salvaje y electoral, se viene encima como la tanqueta de Nicolás Maduro sobre la mediana de La Carlota. Aquel hongo nuclear del fondo de la imagen es la crisis del centro derecha, y las trazas de neumáticos en el párking de Génova los dejaron de madrugada los vaivenes ideológicos de Pablo Casado, entre la derecha sin complejos y el centro de toda la vida y, un poco más allá, Vox de extremo centro.
Oriol Junqueras recibe con un platito de fuet la visita de España en la quietud monástica y ordenada de su celda. El humo de los chalecos se eleva al cielo cansado de París. En Xilxes, a Fran González, que hasta ayer toreaba la vida a cuerpo en la Vall d’Uxó, un pitón le hilvana la ingle de sus veinte años y le entra como el último rayo del invierno. Que paren todos los paseíllos, que cuando se va un torero, se rompe un espejo en el que mirarse.
El futuro espera como el nacionalismo, pero siempre pone condiciones: los 177 magníficos de la Carrera de San Jerónimo, que a ver lo que cuestan, por ejemplo, y esta astenia primaveral de geometría variable que me tiene barbeando tablas de sol a sol.
También aguardan en el cajón del mañana, el tractor de Aitor y los 26.000 millones de euros que costarán los chococrispies de los viernes electorales en la sien de la carga fiscal.
Y un disparo al corazón en el minuto 90. Paradón de Iker Casillas .