Yolanda Vallejo - OPINIÓN
PARA VESTIR SANTOS
A mí que se celebre Halloween en Cádiz, no me quita el sueño. Creo que a usted tampoco
A mí todo lo que suene a debate ilustrado me atrae mucho. Sobre todo, porque me da para poner en práctica todo aquello que estudiamos de los monstruos que produce la razón, y lo de la lámpara y las luces de la enciclopedia. No hemos cambiado tanto en trescientos años –que se lo digan, si no, a los que andan celebrando lo que pudo haber sido y no fue de la Casa de la Contratación. Me atrae mucho, por ejemplo, el manido debate de los toros, aunque no me guste el espectáculo; y me atrae mucho todo lo que por “extranjerizante” se rechaza sin contemplaciones. Majos y petimetres se llamaban en el siglo XVIII. Los de aquí y los de allí, los que venían a imponer sus usos y costumbres pisoteando la bizarría ultramontana de los españoles de España de toda la vida. Porque en el fondo, los de entonces, seguimos siendo los mismos. Pasa siempre. Pasó en el siglo de la razón, y pasó en el tormentoso siglo XIX. Pasó en el XX, donde llegamos a creernos la “reserva espiritual de occidente” y pasa en este siglo que no termina de arrancar del todo.
Verá. A mí que se celebre Halloween en Cádiz, no me quita el sueño. Creo que a usted tampoco. Que la gente ponga la fachada de su adosado como si fuera un rancho de Wisconsin y que vista a sus hijos de fantasmas o de brujas, me trae sin cuidado. Que los niños salgan a la calle al grito mal traducido de “truco o trato” y que los bares hagan su agosto con fiestas “monstruosamente divertidas”, me da exactamente lo mismo que si sacan otra vez otra procesión por muy extraordinaria que sea, o si vuelven a organizar otro encuentro de tunas en esta ciudad. Cada uno que se divierta con lo que quiera, o con lo que pueda, llegado el caso.
Ahora bien. Hacer un debate en torno a la conveniencia o no de adoptar modas que vienen de lejos, sin reivindicar lo suficiente la boina, el bastón y la cesta con el pollo, y hacer de Halloween –luego será Papá Noel, no se preocupe, es solo cuestión de fechas- una excusa para tirarnos los trastos a la cabeza, me parece una auténtica pesadilla. Sobre todo porque la rápida adopción de esta fiesta tiene más que ver con el deseo que con la realidad. Pregunte a cualquiera, haga la prueba. Nadie irá más allá de los tópicos, las calabazas, la sangre falsa, el cuchillo, el payaso de Poltergeist y los gritos catárticos en mitad de una fiesta –Carrie, que hizo mucho daño en el subconsciente de algunos padres, tiene parte de culpa. Y nada más. Nada de creencias en el más allá, ni de espíritus malignos, ni de pamplinas por el estilo. No es el fondo, sino la forma. Pura forma.
Por eso, me divierte tanto que la oficialidad de la iglesia católica se saque de la manga –lo sacó hace tres lustros, casi, aunque aquí siempre vamos retardados, y no es exclusivo de los católicos, también lo hace la iglesia anglicana- lo de “la santidad vencerá”, que traducido resulta Holywins, como antídoto al veneno que viene de fuera. Me divierte, porque la iglesia tenía muy a mano las herramientas para el combate, sin necesidad de caer en el más espantoso de los ridículos con los disfraces de santos, y las sugerencias hechas desde alguna diócesis en torno al reciclaje y la reutilización de vestimentas, todo con un mal gusto considerable, dicho sea de paso –la diócesis de Alcalá de Henares editó hace algunos años un catálogo que ya lo habría querido Pepi Mayo en sus mejores tiempos.
Pero otra vez ha vuelto a pasar. Moros y cristianos, civilización y barbarie, blancos y negros… la dicotomía cainita que tanto nos gusta. La celebración del día de Todos los Santos y su secuela del día de los Difuntos, pertenecen a un ámbito religioso que no comparte gran parte de la población. Y no lo comparten porque hace mucho, mucho tiempo que la iglesia más oficial se instaló en los márgenes de la sociedad. No tanto por el fondo, sino –insisto una vez más- por las formas. Ni el Papa Francisco, a quien también le ha caído la del pulpo por decir lo mismo que dijo hace tiempo Sanidad –que no se arrojen cenizas al mar, ni a lugares de paso ni de esparcimiento- ha conseguido restablecer la comunicación con la sociedad actual.
Y así nos va. Lo del Holywins está bien para unas risas; desde la cosa gore de san Juan Bautista con la cabeza en una bandeja, hasta el aseteado san Sebastián –mocito y galán- pasando por san Jacobo y derivados. No da para más. Ni siquiera para grandes titulares tipo “la iglesia de Cádiz declara la guerra a Halloween” o “retoma su cruzada contra Halloween”. Sinceramente no creo que haya muchos niños –ni niñas- que cambiaran a Freddy Krueger, o a la novia de Chucky, por vestirse de un san Miguel Arcángel lleno de plumas, o de una santa Lucía de Siracusa, llena de estigmas, de los que contaba Chapu Apaolaza el pasado jueves.
Al final, todo se reduce maquiavélicamente a las dicotomías. O avanzamos, o nos quedamos para vestir santos.
Por si acaso, visiten mañana los mercados. A eso no le ha salido, de momento, competencia.