Montiel de Arnáiz
El día de mi padre
El día que falte mi padre me sentiré plenamente vacío
El día que falte mi padre me sentiré plenamente vacío. Dicen que los hijos somos una parte de nuestros padres, salimos de ellos y nos convertimos en una sucesión del palo y la astilla genéticos. No sabemos si es así, o a la inversa. El día que falte mi padre, se habrá ido; que nunca se irá, no sé si me explico, siempre será conmigo- una parte de mí que excede la línea recta del código civil. Debemos disfrutar al padre, igual que mi padre disfrutó al padre de mi padre, mi abuelo, con su nariz inclinada a un lado, sus nudillos en la mesa pidiendo aceitunas y su miedo al recuerdo. Cuando mi abuelo se fue, parte de mi padre huyó con él de este mundo triste de padres e hijos.
Egoístamente, preferiría faltar yo antes que faltara mi padre, aunque no dependa de mí sino del destino, la magia, la probabilidad. Tengo suerte de tener un padre así: brillante, honesto, un poco tauro quizás, pero siempre referente moral (de mi madre hablaré otro día, claro). Imagino que vertió en mí sus propios cariños y frustraciones, los de la especial relación con su propio padre, que en parte, siempre en parte, narró en el relato que mi padre dedicó a su hijo primogénito, el padre de su nieto, titulado ‘La Casa de Almendros Aguilar’. Padres que marcan a hijos e hijos que marcan a los que serán padres. Es la rueda de la vida, una vida imperfecta y a veces soez e injusta, la misma vida en la que poco antes de celebrar el día del padre nuestro padre puede marcharse y debemos, encima, escuchar el miserere del «ya descansó», como si eso ahuyentara nuestro dolor.
Resulta curioso: a veces somos precisamente aquello que nuestros padres deseaban que no fuéramos. Tu padre te sueña juez y el corazón te hace abogado; te ve escribiendo fallos de sentencias y uno acaba corrigiendo textos, pese a Borges, para quizás publicarlos. Somos proyecciones directas e indirectas de nuestros creadores, su orgullo y su recuerdo. Somos ellos, en parte, a fin de cuentas. El día que falten, no faltaremos nosotros; el día que nos dejen, jamás pasará, porque un padre siempre es uno mismo sin necesidad de envejecer.
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