OPINION
Pablo el proscrito
Manuel Fraga definió a Pablo Juliá como «un gran fotógrafo y un gran hijo de puta»
Con la primavera llega Pablo Juliá, y lo hace mediante la exposición de parte de su exquisita producción fotográfica. Una de las fotos de la muestra recoge a un grupo de jóvenes durante una primavera sevillana de los años 80, la chica morena mira fijamente ... al objetivo, ha percibido complacida el interés del fotógrafo y decide posar; extiende su mano izquierda con un pitillo que en esa época representa señal de distinción, mientras que coloca la otra sobre sus bonitas piernas entreabiertas, dejando que sus pies jugueteen con unos zapatos frescos; el resto del grupo se abstrae de la cámara, dos parejas se besan y un par de muchachos miran a la coqueta modelo. Pablo comenta que estos jóvenes de ayer ya no son millennials y estarán ahora cerca de los sesenta. A lo largo de las 120 fotos de la muestra que a su vez abarcan 40 años de trabajo, Pablo se enfrenta a la paradoja del transcurso del tiempo: «Crepúsculo, también hoy se ha convertido en pasado», haiku de Issa. Qué diferente la foto de un Manuel Fraga quien exhibe por despiste un anuncio electoral del PSOE, más del Pablo fotoperiodista, que recuerda con humor que Fraga dijo de él: «un gran fotógrafo y un gran hijo de puta». Un piropo muy del veterano líder de la derecha española.
En la luminosa mañana del pasado 18 de marzo, Pablo inauguró la exhibición en el Palacio Provincial de la Diputación, rodeado de amigos. En ese momento placentero recordé algo que comentaba Luis Moreno Mansilla, uno de nuestros mejores arquitectos, el cual nos dejó prematuramente hace poco: «Uno vive de la segunda cosa que mejor hace», y entonces yo pensé que si Pablo es tan estupendo fotógrafo y por eso ha vivido como tal una brillante carrera profesional, cual es la cosa que hace aún mejor. Me di cuenta como en ese acto quedaba patente que la cualidad mas importante de Pablo es cultivar la amistad, el mayor de los tesoros, palabra de proscrito, pues tanto Pablo como yo y otros muchos chicos de nuestro tiempo soñábamos emular a Guillermo Brown, ese joven anarquista infiltrado en el mundo de nuestras lecturas infantiles a través de los relatos de la escritora británica Richmal Crompton.
Muchos amigos en las fotos, algunos de los cuales estuvieron allí, como Manolo Chaves y Rafael Román, también sus colegas fotógrafos le arroparon y, como en el recurso grafico llamado 'puesta en abismo', tiraron fotos de las fotos. Entre mis imágenes preferidas está la de un Fernando Quiñones joven en la playa de La Caleta con su hija Mariela, que precisamente hace tiempo me cedió para ilustrar un artículo sobre el común amigo perdido; también la de Carmen Romero saltando entusiasmada como una chavalita tras ganar en 1989 su escaño en el Congreso de los Diputados por la provincia de Cádiz. Le he sugerido a Pablo que llame a Carmen para reproducir ese gesto de alegría, tan necesario en estos tiempos que corren; además me encantaría volver a verla de nuevo como en aquellos días en los cuales me consultaba sobre los problemas políticos y sociales de nuestro entorno y eso servía de excusa para pasear juntos. Nunca olvidaré una anécdota entrañable, una noche la acompañé a un cajero, pero su tarjeta no tenía saldo. Lo divertido no es que yo tuviera que pagar la cena, sino que a la entonces mujer del presidente del gobierno el banco le negara liquidez.
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