La feria de la campaña

Menos mal que las próximas elecciones son las andaluzas, porque vestirse de fallera hubiese sido bastante más engorroso

Ya hemos estrenado, con permiso del coronavirus, la temporada de ferias. Mientras en Madrid las cosas siguen crispadas por eso de las escuchas, los espionajes y la seguridad, aquí abajo estamos de lleno en el montaje y desmontaje de las casetas. Y es que hay ... ganas de feria; en Andalucía, pero también más allá de Despeñaperros. Como será la cosa que, junto a influencers y personajes del Sálvame, casi medio gobierno ha desembarcado en la Feria de Sevilla para tomarse un rebujito, hacer gala de buen rollo, y olvidarse de las tiranteces por el espionaje, mediante mandato judicial, a los independentistas y de la intervención del teléfono del presidente Sánchez.

En la feria de abril, el beso entre las ministras de los dos socios del gobierno, como si no se acabasen de ver en el último Consejo, escenificó que el recinto ferial está para otras cosas y no para discutir sobre el ya famoso Pegasus, que debe ser, imagino, algo parecido, pero muchísimo más sofisticado, al sistema de cookies que nos espía a todos; entre otras cosas porque con las cookies se nos pide permiso, y nosotros vamos y lo damos, lo que no deja de tener guasa.

A lo mejor es que eso de la privacidad y la seguridad, no las de nuestras cookies sino las de alto nivel, no es tan importante como pudiéramos imaginar; al fin y al cabo, acaban de incorporar a Bildu en la Comisión de secretos oficiales. O quizá, el desembarco masivo no ha sido por la necesidad de relajarse un poco y olvidar las tensiones diarias sino porque, junto con las ferias, ha llegado la precampaña electoral.

Menos mal que las próximas elecciones son las andaluzas, porque vestirse de fallera hubiese sido bastante más engorroso, y no digamos el cante para ellos de tener que pasearse con la barretina si las elecciones fueran en Cataluña. Y no es que los vestidos típicos, valenciano o catalán, no sean bonitos, que lo son; pero es que el de gitana sienta francamente bien, mientras que el enchaquetamiento de ellos resulta apropiado tanto para discutir si se registra, o no, una coalición, como hasta para marcarse unas sevillanas.

Así que era el momento oportuno para coger el AVE, elegir el traje de faralaes del color apropiado, colocarse la flor como impone la moda flamenca de este año, en todo lo alto de la cabeza, y pasearse por el Real. Y es que, en la feria, el dress code es de obligado cumplimiento; no es como en el Congreso donde cada uno se viste como le da la gana. En el recinto ferial uno va como tiene que ir; que se lo digan al ministro Garzón, aguantando la corbata con 30º a la sombra.

Como la precampaña acaba de empezar, y aquí tenemos ferias programadas hasta finales de junio, vamos a ver todo un desfile de moda flamenca saliendo desde Atocha, mientras que algunos van a tener que gastar mucho más en corbatas que lo imaginaron cuando juraron el cargo. Ahora toca Jerez y, sin solución de continuidad, Sanlúcar, El Puerto, Puerto Real, Chiclana y, finalmente, Algeciras que estrenará sus fiestas montando las urnas. Y, entremedio, el carnaval de Cádiz; el problema es que para este último no parece que la chaqueta y los volantes peguen mucho, lo que supone un gasto sobreañadido porque, al fin y al cabo, uno en campaña no va a venir disfrazado de cualquier manera.

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