Adolfo Vigo

Las olimpiadas políticas

Y mientras tanto, como en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, los españolitos de a pie seguimos atónitos el desarrollo de esos ‘Juegos Políticos

Adolfo Vigo

Desde el pasado viernes estamos inmersos en la celebración de los Juegos Olímpicos de Brasil. Toda una programación sobre deportes que los españoles vemos de cuatro en cuatro años. Deportes como el rugby de siete, el tiro olímpico o la esgrima que solo encuentran espacio en nuestra televisión, y en nuestro interés, únicamente cuando se enciende el pebetero olímpico, y claro está, si hay un español de por medio. Es ahí cuando dentro de cada uno de nosotros se despierta el entrenador de turno y discutimos las tácticas de equipo, o, simplemente, nos dedicamos a tirar por tierra a nuestros deportistas, salvo si ganan una medalla. Si alguno de ellos gana un metal, aunque sea el de bronce, sacamos nuestro orgullo patrio, y se nos hincha el pecho, cual palomo en celo, mostrando la rojigualda que guardamos en el cajón de la vergüenza para que no nos tilden de fachas, ya que en estos casos sí que nos sentimos españoles, salvo el ‘tonto de baba’ que cambio la bandera nacional por la catalana cuando se dio cuenta de que la cámara lo enfocaba. Y es que el «tonto de la bandera» está presente también en los juegos olímpicos, y máxime si es un independentista catalán.

Pero hay otras juegos que se están desarrollando en nuestro país como son los de elegir al Presidente del Gobierno. Después de que en diciembre del año pasado se encendiera el pebetero de las elecciones, tras cuatro años de espera, en la actualidad nos encontramos en una prueba de fondo, como la maratón, recorriendo kilómetros y kilómetros para ver quien se alza con el oro de la Presidencia. Mientras tanto los segundos espadas de cada partido participan en una competición de tiro, lanzándose dardos, pullas y ‘tiritos’ de partido a partido a ver cual hace pleno en la diana del candidato contrario.

Como si de un partido de baloncesto, de hockey o de fútbol, vemos como los candidatos van de un lado al otro de la improvisada cancha en la que se ha convertido el Congreso de los Diputados intentando meterle un tanto al ‘equipo’ contrario y conseguir, aunque sea sobre la bocina de la convocatoria de unas terceras elecciones generales, llevarse al candidato contrario al huerto, y no me refiero al de mi amigo Vela, y asegurarse su apoyo en una investidura futura.

Vemos como algunos se lanzan a una piscina de incoherencia intentando nadar más allá del sentido común. Intentado hacerse unos largos de popularidad, pero sin darse cuenta que el pueblo harto de tanta “palabrería” vacía ha optado por quitar el tapón del desagüe, dejando al descubierto las vergüenzas de algunos y dejando que se estrellen en el fondo azulado de la misma.

Mientras tanto, el candidato con posibilidad de gobernar se dedica a hacer piruetas, sin salirse mucho de lo establecido en el programa electoral, sobre el tatami de la Moncloa, como si de un Gervasio Deferr de la política se tratara, intentado convencer a los jueces de los partidos políticos contrarios para que le den la más alta valoración y conseguir ser premiado con la medalla de oro de la investidura.

Y mientras tanto, como en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, los españolitos de a pie seguimos atónitos el desarrollo de esos ‘Juegos Políticos’ en los que, simplemente, se nos deja participar como meros espectadores, estando ya cansados de tanto vaivenes y deseando que se apague la llama de estas ‘olimpiadas políticas’.

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