Nueva política, viejos vicios

Parece que la espera sienta peor a los impacientes. La tardanza en formar Gobierno parece crear una inquietud considerable en los aspirantes a relevar a la vieja política, a la casta. Y los nervios les hacen mostrarse como los peores representantes de esos modos antiguos, de esos vicios que todos estamos dispuestos a superar y olvidar: la casta, los descastados y los que no tienen adscripción ni ganas. En cuanto se trata de dialogar y de resistir, los apóstoles de la ejemplaridad, los martillos de cualquier tiempo pasado, vienen a mostrarse como siempre temimos de todos, de los de antes y de los de ahora. Se hartan y se van cuandosus postulados encuentran obstáculos internos. La prueba está en los dirigentes de Podemos en Madrid.

Esas diez dimisiones forman la manifestación más clara de un fenómeno con múltiples consecuencias: el nuevo partido político empieza a vivir sus primeras crisis internas. Bien por el inesperado y rápido crecimiento de una formación que hace dos años no existía, bien por la coexistencia de corrientes ideológicas casi irreconciliables, la verdad es que la cohesión, como la ilusión, ha durado poco. Las fisuras aparecen por todas partes. En Puerto Real, en uno de las dos patas del gigantesco puente, Podemos pierde pie, pierde el paso. El concejal de Fiestas y Deportes, Andrés Rodríguez, abandonó el gobierno local en enero por diferencias con sus compañeros del gobierno local. Iba a ceder su puesto a Tomás Sánchez para conservar el equilibrio de fuerzas (11 ediles frente a 10) en el Pleno. Pero han pasado dos meses y no ha entregado el acta. Es más, dice que no renuncia al acta, que permanecerá como no adscrito, por su cuenta. Los concejales que apoyan al gobierno local y los de la oposición son los mismos: diez. El undécimo es Andrés Rodríguez que puede desequilibrar cualquier decisión e incluso propiciar un relevo en la Alcaldía. Podemos lo declaró ayer «tránsfuga» y aseguró temer «un tamayazo». Si eso sucediera, todos les echarían la culpa a los demás pero quedaría claro que la nueva política sufre las mismas enfermedades que la