OPINIÓN
Noche de Reyes
A medida que vamos ganando años todos vamos ingresando en el triste Club de La Silla Vacía ...
A medida que vamos ganando años todos vamos ingresando en el triste Club de La Silla Vacía y, como dignos miembros del mismo, afrontamos la Navidad y sus festejos con desánimo y melancolía por mor de las pérdidas y las ausencias. Es un lugar común ... en muchas casas y familias que arropan sus lágrimas entre recuerdos, sonrisas tristes y abrazos con los aún cercanos. Quienes hemos perdido a un padre, a una madre o a un hermano sentimos, en esos momentos, crecer el lazo que nos vincula a quienes han sobrevivido junto a nosotros a esa lastimosa merma. Y seguimos adelante.
Sin embargo, somos muchos quienes sufrimos otro tipo de pérdida para la que no tenemos consuelo posible: la de la presencia de nuestros hijos en la Noche de Reyes.
En los convenios de separación y divorcio se pacta, entre otras muchas cosas, un «reparto» (término horroroso) de los tiempos que cada padre y madre pasará con sus hijos en fechas determinadas. La del Día de Reyes suele ser la más señalada y, sobre ese día, siempre se conviene que en lógico interés de los hijos éstos amanezcan, cada año, alternativamente, en casa del padre y en la de la madre.
Evidentemente, cada progenitor anhela que ese año, ese Día, le corresponda cerrar la llave tras la Cabalgata, poner los zapatitos en la ventana y arropar a los nervios infantiles -mientras se calman los propios, el cansancio y el sueño- hasta que llegue el momento de convertirse en Paje Real y ayudar a Sus Majestades a colocar los regalos en el sofá. Y aguardar con la misma ilusión -o más- que ellos el momento de las impaciencias matutinas y los ratos de pijama, alfombra y apertura de cajas. Hoy, muchos de quienes me estén leyendo ahora, estarán disfrutando de esa Magia. Háganlo con intensidad, con toda su alma. Empápense.
No quieran imaginarse (quienes disfrutan de esos preciosos momentos cada año) cómo transcurre la pasada Noche y esta Mañana sin Ellos. Duele.
Cada minuto que transcurre sin ellos desde la misma mañana del día cinco de enero supone una punzada en lo más profundo de tu ser. Una laceración que va abriendo una llaga de amargura que llega a hacerse inmensa al caer la Noche. Tan inmensa que te desborda, sale al exterior y te cubre en una honda oscuridad, sin que exista palabra, cariño, amistad, abrazo ni aún amor íntimo y auténtico cercano que logre significar siquiera una mínima linterna capaz de romper aquella negrura. Y duele.
Duele sin refugio. Puedes buscar engaño en alguna reunión con amigos en el mismo trance, en risas forzadas y copas de mentiras que te permitan mantener la sonrisa para Instagram, pero ningún artificio te sirve para engañar un dolor que va devorándote interiormente, hasta el punto de obligarte a bucear en la memoria y rescatar imágenes de años pasados en la esperanza de encontrar una razón para soportar el paso de esa Noche sin Ellos. Y es peor, porque solo consigues sentirte aún más lejos de esos pijamas infantiles.
Afortunadamente ninguna noche es eterna. Tampoco la de Reyes. Y llega la mañana -o, en el peor de los casos, la tarde, para el desafortunado que desayuna el Roscón en la única compañía de un café- y sus besos, sus sorpresas y su olor te hacen olvidar el dolor sufrido. Hasta el Año que viene.
Felices Reyes y Feliz Magia.