José Manuel Verdulla - OPINIÓN
A ti, que no soportas la Semana Santa
Hermano Mayor del Nazareno de Sta. María
Quizás nunca leas esto que escribo porque no te interese este suplemento, pero quién sabe si el Espíritu Santo hace que te llegue en un pantallazo o un link azulado. Ojalá te llegue como llega la primavera que nos trae la Semana Grande de los creyentes. Ahora llega el turno de la otra mitad, porque en esta España de extremos es muy difícil la equidad, o campo o playa, o Madrid o Barcelona, o eres progre o eres un capillita. Ahora comenzaremos a escuchar a los que ni entendiendo de Evangelios, ni comprendiendo una Liturgia opinan, critican y vomitan todo lo indecible porque huelen el incienso o ven un capirote por la calle. ¡Qué pechá de Semana Santa!, ¡qué hartura de pasos!
Admiro a aquellos que no siendo creyentes pasan inadvertidos y respetan a los que no comulgan con su ideología. Pero cada vez aborrezco más a los que como el perro del hortelano, ni comen ni dejan comer. Como ya uno está acostumbrado a sentirse atacado con los más variopintos argumentos, la palabra ‘capillita’ suena a mote de pandilla de quince años. Algunos, los más atrevidos, usan contra las cofradías argumentos económicos. A saber, «con lo que se gastan en bandas y cirios, se podría dar de comer a ‘nosecuantas’ familias», ¡claro! Y con lo que gasta un sindicato en pancartas y falsos cursos, esas familias tampoco pasarían hambre; pero cuando tienen hambre vienen a mi cofradía o a la parroquia. Pocas colas he visto yo de familias recogiendo bolsas de alimentos en el edificio de Puertas de Tierra. Ahora con la crisis han descubierto que los cofrades llevábamos años ejerciendo la caridad, antes de que ellos la llamasen solidaridad. Los más intelectuales usan argumentos metafísicos, «esa creencia es una tontería», «tenéis el coco comido», «para qué te disfrazas delante del paso». Ante cosas así uno recuerda esa frase atribuida a Einstein «hay dos cosas infinitas, el universo y la estupidez humana». Que personas que desconocen cómo funciona una parroquia, cómo se organiza una cofradía, opine sobre su finalidad, su necesidad y el porqué nos involucramos, es como si yo opinase sobre cómo funciona la unidad de trasplantes del Hospital Monte Sinaí de Nueva York. Pero para qué se van a callar si ahora con las redes sociales cualquier tonto tiene un altavoz. Por qué van a ser prudentes, si ante un comentario extremista siempre habrá alguien que dé al «me gusta». Demasiado prudentes somos los cofrades, tolerando ataques que rozan la denuncia. Precisamente son los valores que nos han inculcado desde pequeños, de respeto, tolerancia y paciencia, los que evitan conflictos mayores. Yo invitaba a esos intelectuales a escuchar a grandes oradores que tenemos en Cádiz, sacerdotes y creyentes de a pie, que usan sus palabras para educarnos, para catequizarnos, nunca para avivar el fuego, más bien para enseñarnos a soportar a los que no nos toleran.
Y por último los más atrevidos y osados que llegan al descrédito de la Iglesia, «que si lo curas son pederastas», «los cofrades somos unos hipócritas», «las procesiones son cabalgatas con capirote». Estos son los peores, extremistas poseedores de la verdad absoluta. Atacan por sistema sin conocer al adversario, no hace falta. Generalizar atacando al clero por abusos y excesos es fácil. Pero esos mismos argumentos se podrían volver contra padres que abusan de sus hijas, profesores de sus alumnos o políticos que engañan continuamente a los ciudadanos. Explicarle que el ser humano es débil y corrupto no serviría de nada. Explicarles que Dios nos concedió el libre albedrío y que una persona es libre, dueña y señora de sus actos y por tanto responsable, no le sirve. Su argumento está grabado a fuego, «si lo hace la Iglesia todos son iguales y vamos a por ellos; si lo hace uno de los suyos entonces es un caso aislado y cuidadito no seas… -fobo». Harto estamos ya de ver cómo se ataca descaradamente a la Iglesia Católica, cómo intentan obviar nuestros símbolos y cómo todo lo que ellos intuyen como cristiano es apartado, desplazado y/o eliminado. A este tipo de personas le daba yo una lección de historia, para que descubriera que le guste o no, la historia y la cultura europea se ha nutrido y evolucionado gracias al catolicismo. Y si me atacan con argumentos de la Santa Inquisición o la Guerra de los Cien Años, es porque no saben qué más buscar. Más crueles y belicosas que fueron las conquistas romanas y a nadie se le ocurre esconder la estatua de Trajano, o impedir la entrada al coliseo porque allí murieron miles de gladiadores (y gladiadoras) explotados por el régimen imperialista que no tuvo en cuenta sus derechos humanos.
Yo que ya llevo cuarenta y ocho primaveras encima empiezo a estar harto de los que están hartos de la Semana Santa. Y solo quiero disfrutar del final de cuarenta días en los que he visto a mucha gente prepararse interiormente. He visto iglesias llenas, cultos internos donde se promulgaba la fe, donde el mensaje del Jesús que amamos y seguimos sigue vigente. Dejadme disfrutar del final de la Cuaresma porque ahora viene la fiesta grande de los cristianos, que no es Navidad, es la Pascua. Dejadme tranquilo para que llegue el Domingo de Resurrección y anuncie la vida. Que la Cuaresma sólo es eso, la antesala de la vida eterna.
Disfrutar de la Semana Santa no es obligatorio, pero déjanos en paz. Y como me decía a mí mi madre «¡‘Po’ si no te gusta, no la veas!».