José Manuel Hesle - OPINIÓN

No se olvide, presidenta

En el debe de la Junta para con Cádiz, también continúa estando pendiente el Albergue Juvenil en Puntales

Un terreno cercado de malla metálica frente al paseo marítimo de Puntales . En su interior, un perro ladra impaciente para que su dueño le arroje la pelota y correr tras ella. Se lanza, la atrapa y se la devuelve. Así llevan un rato. Otra persona llega con su mascota. Acceden al recinto y, una vez dentro, cierran la puerta del vallado.

Los propios vecinos han dotado de útiles de limpieza al lugar y, espontáneamente, lo mantienen en un ejemplo de civismo nada usual. Este solar es todo cuanto queda de algo más de una década de perseverancia vecinal, en torno a un proyecto que fue capaz de aglutinar ilusiones y alimentar sueños. Una dedicación que, a la postre, resultó menospreciada por quienes tenían, y aún tienen, la última palabra.

En el verano de 1998 el Instituto Andaluz de la Juventud convocó a las entidades vecinales del marco de la Bahía para comunicarles que la Junta quería edificar un Albergue Juvenil en Cádiz, única capital de provincia que ni disponía, ni dispone de este tipo de equipamientos. Puntales se encontraba inmerso en un proceso de transformación urbanística incluido en el Plan de acción elaborado, seis años antes, por el propio vecindario. Se pretendía, no solo, la recuperación de un entorno degradado por las industrias asentadas aquí en los 60, –Central Térmica, Aeronáutica, Zona Franca, Renfe, Varaderos y base naval de la Armada– sino la integración del barrio en la ciudad y, sobretodo, la promoción humana de sus residentes, a través de la formación para el empleo.

Un empleo que se esperaba viniese de la mano de la actividad económica que podría generarse en este perdido rincón de la ciudad. La puesta en marcha de equipamientos relacionados con la idiosincrasia de la zona, el aprovechamiento de los recursos naturales, la existencia de vestigios históricos relevantes y la demanda local de plazas hoteleras y establecimientos de restauración, serían claves para la intervención. El trasiego de jóvenes europeos que conllevaría el Albergue Juvenil contribuiría, así mismo, a sumar el dinamismo social y económico que precisaba una población envejecida, empobrecida y desalentada.

Entre 2002, en que la Junta solicita al Ayuntamiento el solar, y 2008, en que el Pleno acuerda cederlo, transcurren seis años de rocambolescos entuertos burocráticos. A pesar de todo, en julio de 2010, la consejera del ramo presenta a bombo y platillo el diseño que tendrá el nuevo Albergue Juvenil de la Luz y anuncia que entrará en funcionamiento en 2013. Sin embargo, doce meses más tarde, la propia Junta desiste del propósito alegando razones presupuestarias.

Cinco años después, la fachada del barrio que mira al puente nuevo continúa manga por hombro . Un terraplén salpicado de árboles replantados retirados de otros lugares, una calle sin asfaltar y una nave –levantada primero para construir y reparar embarcaciones y que, más tarde, devino en taller de chapa y pintura– cerrada y en deplorable estado.

Junto a ella, el edificio que fuere del club náutico Alcázar y en cuyo suelo se prevé levantar un hotel. Ambos, edificio del antiguo club y taller, mantienen el aspecto de abandono que siempre tuvo este lugar. Entre el espacio que ocupan los árboles reciclados y la vetusta nave permanecen olvidados e inútiles los 1.400 metros precisos.

Aprovecho, presidenta, el encuentro con el alcalde de mi ciudad para recordarle que, en el debe de la Junta para con Cádiz, también continúa estando pendiente el Albergue Juvenil en Puntales. No se olvide.

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