Fernando Sicre - ARTÍCULO
No nos hagamos el sueco
La economía española ha experimentado una importante transformación desde que la crisis hizo su aparición en 2007
La economía española ha experimentado una importante transformación desde que la crisis hizo su aparición en 2007. En aspectos esenciales, el panorama es mucho mejor que el existente en 2007. La crisis sin embargo ha castigado especialmente a las capas sociales más vulnerables, que aún no han recuperado la posición de la que gozaban en el inicio de la crisis. La economía en su conjunto, ha corregido los principales desequilibrios macroeconómicos, originados en la anterior etapa expansiva del ciclo económico y por lo tanto gestados desde 1995 a 2007. De ahí la importancia de acometer las llamadas reformas estructurales, muy criticadas por la izquierda, pero absolutamente necesarias para corregir los desequilibrios estructurales que padecía desde época inmemorial la economía española.
La corrección de la balanza por cuenta corriente ha sido posible por el dinamismo de las exportaciones españolas. Estas han sido posibles por los incrementos de productividad del factor trabajo y la eficiencia empresarial en general, así como por la vocación internacionalizadora de la empresa española. A ello ha ayudado sin lugar a dudas la denostada, por la izquierda, reforma laboral. Sin ella nada hubiera sido posible. La globalización y la necesidad de acreditar la posición competitiva que demanda cada día la situación económica general, exigen nuevas reformas que permitan equilibrar estructuralmente la economía. Para ello hay que acometer de manera decidida el problema del endeudamiento y del déficit. La deuda privada ha descendido, pero ha aumentado a nivel del 100% del PIB la deuda pública. Y ello a pesar del esfuerzo que ha supuesto la reducción del déficit del 10,4% al 5,9%, entre los años 2012 y 2014 respectivamente y todo ello en un contexto complicado de recesión económica.
Qué la economía española está ávida de reformas aún es una evidencia. Que estas deben ser incisivas es una necesidad. Luis de Guindos mantiene la impronta de incidir en ellas, para la salida definitiva y situar a España en la senda de los países más prósperos. Por su parte la izquierda alude de manera recurrente al modelo económico nórdico. Sí esta remisión no fuera mera retórica y asumen sus palabras yo sería el primero en apoyarlo. Dinamarca y Suecia pueden ser dos paradigmas al respecto. Ésta última acometió sus grandes reformas en la década de los 90, porque su modelo de bienestar se hacía insostenibles con déficit que llegaron al 13,5%. En el año 2000 las reformas entonces emprendidas precisamente por el socialdemócrata Göra Person, permitió un superávit del 3,2% del PIB. Estas reformas consistieron en síntesis: 1. Equilibrio presupuestario a lo largo del ciclo económico, sobre la base del dicho: «el que tiene deudas no es libre»; 2. Corresponsabilidad ciudadana en la financiación del estado del Bienestar, sobre la base de que los recursos del Estado del bienestar no son infinitos; 3. Copagos sanitarios y de medicamentos hasta un tope; 4. Contratación de empleados públicos con exigencia parecidas a los criterios utilizados en el sector privado (evaluación de idoneidad permanente, incentivos económicos por objetivos y salarios de mercado); 5. Cheque escolar, como mecanismo de exaltar la eficacia y la excelencia en la educación; 6. Desaparición de la indemnización por despido por configuración legal; 7. Consenso político de la importancia de la economía de mercado. Sólo esta permite fomentar una economía más competitiva que permita el progreso social.
En España hacerse el sueco equivale a fingirse distraído para no darse por aludido. Mi amigo Ossi, sueco de origen finlandés me dijo en la década de los 90, que las empresas españolas no podían funcionar con la legislación existente. No podían ser competitivas, porque no eran eficientes. Las reformas estructurales tratan de corregir los desatinos legislativos. No nos hagamos el sueco. Seamos como los suecos.
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