Francisco Apaolaza

Los niños de Idomeni

Europa construye muros sobre niños que tiritan de frío al bajarse de una zodiac

En Idomeni, en la frontera entre Grecia y Macedonia, se diría que llueve desde el comienzo de los tiempos, como si nunca hubiera parado de llover. El agua ha ocupado todos los resquicios donde antes a ratos se aposentaba la calma. Los cooperantes compran tiendas en las gasolineras por cuatro veces su precio, pero no logran resguardar a los 14.000 refugiados que llegan desde los sótanos del mundo, como fantasmas que andan. Son toneladas de gentes para los que el mundo es un barro que les trepa por la cara interna de los gemelos como una humedad infinita que envuelve sus cuerpos fríos, inquietos y pronto enfermos, sin escapatoria. En una imagen de Rober Astorgano, un bebé se sienta en una caja de cartón y mira al objetivo desde dos ojos redondísimos, pequeños y absortos. Esos son los ojos de otro mundo, o quizás sean los ojos nuestros que nos miran con vergüenza desde esos otros universos posibles.

Los niños siempre tiemblan y entonces temblamos todos. Europa construye muros sobre niños que tiritan de frío al bajarse de una zodiac con esos salvavidas estampados de princesas y superhéroes que apestan a plástico, a lágrimas y a muerte, o que tiemblan envueltos en los gases lacrimógenos, o en los brazos de unos padres que ya han perdido los nervios. O que andan solos, porque ya nadie los mira, porque llega un momento en el que es normal que tiemblen los niños, que es el final de todo.

Esos críos son el talón de Aquiles de un continente que no es capaz de resolver una tragedia creciente y pronto insuperable como un montón de salvavidas. Europa no se hace cargo de los bebés que tienen frío, que es lo mínimo que puede permitirse un pueblo; que los niños no lloren. Todo lo demás es filfa. Una civilización que se precie no puede pasar que un bebé tenga frío y lleve el pelo sucio. «Con el pelo rojo de una golfilla del arroyo prenderé fuego a toda la civilización moderna. Porque una niña debe tener el pelo largo, debe tener el pelo limpio», escribió Chesterton. Defenderemos con nuestra vida cualquier patria que no permita que sus niños tiemblen. Lo demás son series de televisión, porno, sushi y Pablo Iglesias. Accesorios. Después de meses de gentes vagando por los campos y de miles de cuerpos flotando boca abajo en el Mediterráneo, después de la boca de Aylán enterrada en la arena y de decenas de documentales y reportajes, Europa ha decidido abrir en Turquía una gigantesca lavandería de conciencias y una cárcel a cambio de visados, dinero y un nuevo capítulo de adhesión a la UE. Les decimos que no vengan a Europa, porque es un lugar que no existe, en lugar de hacer que esa Europa exista, que es nuestra tarea. Con esa gente podríamos construir un imperio, pero ¿qué patriotismo puede defender una patria en la que los niños tiemblan? Todo lo demás carece de sentido. ¿En qué corazón cabe la primavera mientras los niños tiritan de frío? Los cimientos de Europa son los pies de barro de los niños de Idomeni. Que no permita que sus niños tiemblen.

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