La vuelta a casa
El verano es un escenario para encontrarnos con los nuestros en un contexto diferente, un tiempo diferente y un ritmo vital diferente
Y para que el sonido del timbre, o la canción de salida, o la vieja campana de toda la vida, tuvieran aún más significatividad y valor, una ola de calor ha convertido la despedida de los colegios en una liberación de la angustiosa condena de ... soportar temperaturas de 35 grados en algunas aulas de la provincia, más parecidas a barracones de la vieja mili que a cuidados espacios de aprendizaje. Y mientras no se climaticen las aulas, los inviernos serán duros y los veranos insufribles. Con solidaridad, en la Consejería de Educación y en sus despachos y en las Delegaciones Territoriales de Educación, deberían desinstalar los aparatos de aire acondicionado donde los haya, dando ejemplo en primera persona de coherencia con los usuarios y los abnegados subordinados docentes.
Sea como sea, ahora empieza una nueva campaña, y no es la de la vuelta al cole de El Corte Inglés. Esa empezará en el mes de agosto para fastidiarnos a todos el descanso veraniego y recordarnos desde primerísimos de agosto que se acaba lo bueno. Siempre me pareció de mal gusto la impaciencia de los gestores de las grandes superficies. Que manía de adelantarlo todo y llevarnos a todos por el embudo. En octubre, cuando aún estemos de “playeo” por el estirado verano que se va consolidando con el cambio climático, ya querrán que nos compremos bufandas y guantes de lana. Que cansinos.
A lo que íbamos. Estamos en la Campaña de ‘La vuelta a casa’, y no es aquella nostálgica y sentimental de «vuelve a casa por Navidad», o alguna patrocinada desde el departamento de marketing de alguna multinacional. Es la campaña de la cruda realidad que se impone: la de miles de niños y adolescentes que días atrás pasaban toda la jornada mañanera en los centros educativos, y muchas tardes de actividades extraescolares, y ahora vuelven a pulular por los hogares con una intensidad y una carga horaria desacostumbradas.
Llegados a este punto, ante lo irremediable de la circunstancia, a los padres y madres, abuelos y abuelas, familias en general, solo les queda una opción: o aliarse con las vacaciones para que sean una oportunidad satisfactoria para todos, o convertir el verano en una pesadilla mayúscula, digna de una película de terror, terminando como el rosario de la aurora, con un desgaste y sopor asfixiante. Con razón, en el verano se producen la mayor parte de las rupturas matrimoniales. Ojo con eso, vamos a cuidarnos un poco para salvar los muebles, si es posible.
No vamos a dar aquí consejos de cómo vivir el verano, como en los panfletos de autoayuda, pero sí creo que el cambio de ritmo estival es muy necesario y aprovechable, ya que genera la oportunidad de que en ese nuevo tempo decelerado en el que rebajamos las pulsaciones, podamos ver y contemplar a nuestra gente de otra manera. El verano es un escenario para encontrarnos con los nuestros en un contexto diferente, un tiempo diferente y un ritmo vital diferente. A veces, cambiar de perspectiva ayuda a ver mejor las cosas, a comprenderlas mejor, a sentirlas mejor. Por eso, el verano, más allá de los viajes, experiencias y actividades lúdico-festivas del innumerable catálogo de opciones, puede ser un viaje hacia la gente que amamos y de la que lo cotidiano nos aleja por otros intereses y compromisos que nunca son más importantes que ellos. Quizá el verano sea la oportunidad de hacer justicia y poner a nuestras familias y amigos en el centro de nuestra vida. Eso es irremplazable y sumamente necesario, y no nos lo vende ninguna agencia de viajes y ningún Resort todo incluido. ¡Feliz verano a todos!