Nico Montero
Presencialidad
La esencia de la escuela se cuece en los procesos educativos que se desarrollan en la cotidianidad, en el día a día de los centros educativos
En estos días los colegios y los institutos vuelven a llenarse de vida. Atrás queda un verano marcado por las vacunaciones, que ha supuesto un respiro y un necesario descanso de la tensión acumulada en un curso excepcional, en el que todas las comunidades educativas ... hicieron frente al reto de la educación en tiempos de pandemia. El curso pasado fue una prueba de fuego en todos los frentes posibles. Los docentes se hicieron, de la noche a la mañana, expertos en logística, desinfección, ventilación, protocolos sanitarios, cuarentenas, aislamientos, CO2, atención telemática y, como no podía ser menos, un impagable apoyo psicológico al alumnado y a las familias en tiempos de mucha dificultad e incertidumbre.
Con mucha dedicación, imaginación y creatividad, los equipos directivos diseñaron planes y protocolos para plantar cara al bicho y ponérselo muy difícil, creando espacios seguros e inspirando la confianza de las familias. En esta encrucijada, el profesorado y el personal de administración y servicios, tuvo que tragarse el miedo y sobreponerse al lógico respeto que da encerrarse en discretas y pequeñas aulas con 25 o más alumnos durante jornadas de 5 o 6 horas diarias. Era el momento de asumir la enorme tarea y responsabilidad social (siempre tan fácilmente criticada y denostada) de los maestros y maestras de escuela, los profesores y profesoras de aquí y de allá, echándose a las espaldas la custodia mañanera de tantos niños y niñas, adolescentes y jóvenes, en tiempos de pandemia.
Por fin las condiciones epidemiológicas permiten la vuelta a la presencialidad total, y esto es es una gran noticia. La esencia de la escuela se cuece en los procesos educativos que se desarrollan en la cotidianidad, en el día a día de los centros educativos. Ha sido muy importante el aprendizaje, aunque forzado e in extremis, de profesorado, alumnado y familias en el manejo de los recursos digitales que garantizaron la atención telemática. Muchas de las herramientas han venido para quedarse enriqueciendo los procesos educativos ordinarios. El salto en transformación digital de los centros educativos es una realidad que nos ha hecho avanzar una década con respecto a lo esperado sin la indeseable concurrencia de una pandemia.
Abrazados al mundo tecnológico, y con la conciencia clara de que la transformación digital educativa es un valor en alza que facilita y mejora los procesos educativos, la gran apuesta de la escuela siempre será la presencialidad, esa bendita suerte de pertenecer a un colectivo y permanecer juntos en una historia entrelaza y tejida con experiencias compartidas. La escuela tiene esa contundente vocación de socializar desde una perspectiva crítica y de crear ciudadanos libres, honrados, responsables, justos y solidarios. Es un proceso que se vertebra de un cúmulo de experiencias compartidas que no pueden desarrollarse tras una pantalla o de forma virtual, en la soledad de una habitación. La Escuela es una experiencia que, como todas, necesita ser vivida a lo largo de años para lograr hacernos madurar. Es una vivencia tan humana y tan auténtica, que lo bueno de ella y también lo que no lo es tanto, nos ayuda por igual a forjar quienes queremos llegar a ser.
La Escuela es un patio, y también aulas, amigos, risas, nervios, peleas, amistad y también desencuentros, besos, éxitos y fracasos, ilusiones, olor a libro nuevo, alboroto, excursiones, el maravilloso timbre de los viernes al salir de clase… Todo un compendio de vivencias imposibles en la tele-escuela. Hasta las experiencias negativas que pueden darse en los años de escolarización son una oportunidad para crecer si sabemos aprender de ellas y traducir lo vivido en sabiduría. La escuela solo es escuela si lo es para la vida, y la vida es siempre una aventura sin guion que se proyecta en los inolvidables años de la escuela. Feliz vuelta al Cole, maravillosa presencialidad.