Don Juan Aragón
Juan es la prueba de que es posible aprender a vivir traduciendo el dolor en agradecimiento y en un amor cálido

Mañana cumple 89 años un ser excepcional, maestro en el arte de vivir y, también, en la farragosa tarea de aprender a hacerlo nuevamente, cuando las circunstancias así lo imponen. Lo ha tenido que hacer una y otra vez, cuando la muerte ha visitado con ... dureza e insistencia lo que con tanto amor había construido, su familia. Les hablo de un hombre que es paradigma de dignidad y de entereza, cuando el dolor todo lo invade, y en la garganta, se hace un nudo que apenas te deja respirar. Me refiero a un hombre de aparente fragilidad, que camina despacio, y que parece pequeño, siendo un ser humano de una grandeza extraordinaria, que como el paciente Job, tuvo que ver morir a toda su familia a lo largo de los años, y mantenerse en pie para cuidarlos y acompañarlos en el final de sus trayectos. Les hablo de Don Juan Aragón, del que un tal Juan Carlos Aragón, tuvo la suerte de ser hijo, y que fue también padre de Pedro, y esposo de una bellísima mujer, Estrella.
Juan es la prueba de que es posible aprender a vivir traduciendo el dolor en agradecimiento y en un amor cálido, que despliega a raudales con todos los que tenemos la suerte de ser parte de su historia vital, especialmente en sus queridos nietos, y en particular, en el pequeño Silvio, que pone al abuelo en forma haciéndolo correr de un lado a otro, con la inagotable energía de los dos años de vida.
Juan Carlos Aragón se sentía muy orgulloso de su padre, el primero en escuchar sus letras, coplas que su hijo le cantaba en la cocina de casa. Recuerdo que hace unos años, Don Juan se matriculó en el aula universitaria de mayores de la UCA. Completó años de formación, con tesón y esfuerzo. Su graduación fue uno de los momentos más felices de su hijo. Cuando conoces al padre, entiendes muchas genialidades del hijo. Don Juan es signo de humor inteligente en estado puro, sabia ironía, desparpajo y gran oratoria, sensatez al hablar y generosidad al escuchar. No encaja en el perfil de ancianito casi nonagenario. Activo lector, con una agenda que parece la de un ministro, escribe asiduamente sus reflexiones y sus memorias vitales en su espacio de Facebook, y de vez en cuando, nos regala algún twitter. Hace unos meses, creó un reducido grupo de Whatsapp bajo el nombre «Un amigo es un amigo». Allí estamos sus más cercanos, parte de los Yesterday, y gente muy significativa para él y para su hijo Juan Carlos. Combinando humor y afectos, este grupo es una red que nos recuerda que nadie debe sentirse solo y que por encima del individualismo, tenemos que favorecer espacios de ternura y solidaridad.
Desde hace ya mucho, D. Juan y un servidor, compartimos, lo que llamamos: cafés terapeúticos. Tengo la fortuna de sus visitas, como dice él: para «rescatarme», y mientras el café se va enfriando, nos ponemos al día de lo que pasa en nuestras vidas. Siempre es más lo que me regala con sus lecciones de vida, que lo que yo puedo aportarle. Juan no sólo me rescata del despacho y de los problemas cotidianos al dirigir un instituto, sobre todo, me salva de la estupidez y de la falta de perspectiva. Con su pedagogía vital, madurada en muchas batallas, sabe poner en valor lo importante y no dar recorrido a lo efímero. Juan me resitúa ante la vida con la urgencia de abrazarla con pasión e intensidad. Cuando grabamos «Palabra de Capitán», del excepcional Nacho Sacaluga, teníamos que filmar uno de nuestros cafés ante las cámaras. Fue un momento muy especial, lleno de emoción, levantando acta del testimonio del hombre bueno que estuvo detrás del genio, sosteniéndolo en sus peores horas y dichoso de todos sus logros.
Los homenajes se hacen en vida, y en vida se dicen los «te quiero». Mañana te lo diré en persona, pero hoy, desde aquí. Feliz 89 cumpleaños, padre.