La ética del cuidado
Un niño que no se ha sentido cuidado en la escuela y en su familia, no cuidará a nadie
Mientras la cumbre del clima avanza sin los avances esperados, ante un planeta que se adentra peligrosamente en un escenario de terrible crisis climática, las imágenes de los noticiarios nos sitúan ante el drama de los migrantes a la intemperie y duramente golpeados en la ... frontera de Polonia. Hambre, frío y muerte, un escenario dantesco, con refugiados usados como piezas de un puzle, arrojados contra las alambradas por el indolente tirano bielorruso con el único objeto de desestabilizar en lo posible a la unión europea. Ambos casos, de triste y vigente actualidad, son signos de una sociedad que no cuida, que no protege, que descuida a la naturaleza y que descuida a los seres humanos. La ausencia de la cultura del cuidado va de la mano de la cultura del descarte que olvida y abandona a los ancianos y está en la raíz de las diferentes manifestaciones de violencia y maltrato que nos golpean diariamente.
El filósofo y matemático colombiano Bernardo Toro remarca la necesidad de un cambio de paradigma educativo a través de la ética del cuidado. El paradigma del éxito, poder, ganar, acumular, ser importante… ha sido el adoptado durante varios siglos, y ha orientado gran parte de nuestras decisiones personales, familiares, sociales... de los países y de las regiones. Dicho paradigma nos pone en peligro como especie humana y pone en peligro el planeta que habitamos; al mismo tiempo, cualquier persona puede comunicarse con cualquier otra, ya que las comunicaciones de cuarta generación posibilitan encontrarnos y reconocernos como especie. Esta es la paradoja. Por un lado podemos desaparecer, y, por otro, llegar a un estado superior de humanización. ¿Cómo resolvemos esta paradoja? Con el nuevo paradigma del cuidado que implica una nueva ética: la ética del cuidado.
En ello tiene un papel fundamental la educación desde los centros educativos y desde las familias. Debemos incluir en el currículo los valores y hábitos del cuidar, de dos formas: como fin y como medio. Cuidado como fin, como objetivo; que se enseñe el auto-cuidado, el cuidado de los otros y el cuidado de nuestro hábitat natural. Cuidado como un medio, como metodología, en la que la atención y el cuidado del alumnado y del clima aula sean fundamentales. No hay aprendizajes significativos sin una relación significativa, sin un clima de cuidado y confianza en el aula.
Como señala Luis Aranguren, se trata de una ética que se deriva de una visión del mundo comprendido como una red de relaciones en la que todos se saben incompletos, frágiles y vulnerables, es decir, necesitados de cuidado y, al mismo tiempo, responsablemente orientados al cuidado de los demás. La responsabilidad del cuidado se origina en el respeto de la dignidad de las personas y procura introducir en el aula una educación críticamente despojada de la indiferencia y el individualismo, y centrada fuertemente en valores como la solidaridad, la generosidad y el compromiso con los otros, a partir de la constatación básica de que todos somos vulnerables.
Poner el cuidado en el centro de la educación nos permitirá transitar desde una pedagogía memorística a una pedagogía del cuidado, transformadora y comprometida. Hay que apostar por otra mirada, por una educación que ponga en el centro el cuidado de las personas y de la naturaleza, desplazando así el lugar preferente que ocupan los mercados, y que se oriente a la sostenibilidad de la vida y al avance de la humanidad y de la justicia social. Un niño que no se ha sentido cuidado en la escuela y en su familia, no cuidará a nadie.