Nico Montero
La Cuaresma, una oportunidad aunque no se tenga fe
Es una llamada a dar cabida al escasamente ejercido sentido autocrítico, a la reflexión sobre uno mismo
Hoy es el primer viernes de Cuaresma , un tiempo litúrgico que hunde las raíces en la historia y en la tradición cristiana. La duración de cuarenta días proviene de varias referencias bíblicas y simboliza la prueba por la que pasó Jesús al permanecer ... durante 40 días en el desierto de Judea, previos a su misión pública. También simbolizan los 40 días que duró el diluvio universal, además de los 40 años de la marcha del pueblo israelita por el desierto, y las 40 décadas que duró la esclavitud de los hebreos en Egipto. La práctica de la Cuaresma data del siglo IV, cuando se constituye en tiempo de penitencia y de renovación para toda la Iglesia. Conservada con bastante vigor en las iglesias de Oriente, la práctica penitencial de la Cuaresma se aligeró en Occidente, aunque se sigue observando un espíritu penitencial, de conversión y de oración.
En el presente, más allá del ayuno de comida (conviene resaltar que hay una gastronomía de Cuaresma espectacular que combina tradición y sabores imborrables) se ponen en valor prácticas que afectan a áreas más personales. Se trata de ayunar de la insolidaridad, de la indolencia, de la mentalidad gregaria, del hedonismo como prioridad. Y sobre todo, se trata de ayunar del ansia de poder, la autocomplacencia y la búsqueda de la gloria. Es ayunar de la competitividad y la búsqueda de beneficios a costa de otros; de las formas de proceder del mundo y de los reinos construidos con la acumulación de bienes a costa de las enormes necesidades de todos los que habitan en la tierra. Esta forma de entender la Cuaresma, alejándola de preceptos vacíos o costumbrismo, alienta a la conversión personal y solidaria en busca de la justicia y la revolución de la fraternidad, en coherencia con el texto bíblico de Isaías: «¿No será más bien este otro el ayuno que yo quiero? Desatar los lazos de maldad, deshacer las amarras del yugo, dar la libertad a los oprimidos, y romper toda clase de yugo. Partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al que veas desnudo y no apartarte de tu semejante. Entonces brotará tu luz como la aurora…»
Sin duda, un itinerario ético muy necesario en estos días, sacudidos por las noticias de las vacunaciones indecentes de alcaldes y hasta obispos, y la pesadilla interminable de la explotación, el maltrato y la trata de personas. Aunque la Cuaresma afecta a quien la vive desde la fe, tiene una carga de sentido y connotaciones muy aprovechables para todos, también para aquellos que viven al margen de ella. Es una llamada a dar cabida al escasamente ejercido sentido autocrítico, a la reflexión sobre uno mismo, a la necesidad de mirarse en el espejo para tomar el pulso a las decisiones, acciones y prioridades. Se crea o no, es un reclamo para detenernos a respirar, y tomar el tiempo necesario y merecido para contemplar nuestras huellas, aun frescas y visibles en el camino, y valorar en qué punto vital estamos y dónde queremos estar o no. Una de las carencias de nuestro estilo de vida, vertiginoso y posmoderno, es la incapacidad para la auto-reflexión. Solo paramos lo que dura un clic, para hacernos un selfie y seguir cultivando una imagen empecinada en el postureo. Pocas veces nos detenemos para hacernos un selfie interior, una radiografía de la conciencia, quizá nos asuste el vértigo de llegar a conocernos por dentro. Tengamos fe o no, este tiempo es una invitación a ser nuestra mejor versión, a madurar proyectos de vida coherentes con lo que somos y pensamos, en eso se cuece la felicidad y vivir con sentido. ¡Ojo! ponerse la ceniza es fácil, el reto y lo importante es no ser un cenizo para los que nos rodean.
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