Nico Montero
Los chicos bailan con quien les da la gana
Menudo plato más rancio y anacrónico, con sabor a Nodo en blanco y negro y condimentado con los ingredientes más casposos de la vieja ortodoxia enraizada en el pesimismo antropológico
«Los chicos bailan con chicas» se ha convertido en la frase lapidaria de Samantha Vallejo-Nágera, la célebre y afamada copresentadora y cocinera Deluxe del exitoso concurso de cocina Master chef. En una transmisión en directo en su canal de Instagram, mientras cocinaba con ... su hijo de 12 años, el chico contaba a su madre que en la escuela había participado en los típicos bailes para celebrar el Día Escolar de la No Violencia y la Paz. En ese momento, la progenitora le preguntó con quién había bailado, si con un chico a una chica. El respondió, con desparpajo y naturalidad, que había estado bailando con un chico. Su madre, de manera inmediata y sentando cátedra, le corrigió ante la cámara repitiéndole por varias veces consecutivas que «Los chicos bailan con las chicas… con chicas» .
Nunca mejor dicho, la polémica estaba emplatada y servida para los comensales. Menudo plato más rancio y anacrónico, con sabor a Nodo en blanco y negro y condimentado con los ingredientes más casposos de la vieja ortodoxia enraizada en el pesimismo antropológico. Quiero creer que es el típico desliz que se comete cuando alguien se expone más de la cuenta en directo, y al final, la incontinencia verbal juega una mala pasada. Quiero creer que no esconde detrás un estado de opinión asumido como credo, porque entonces esta señora, de apellido rimbombante, podrá tener tres estrellas Michelin pero carece de otro tipo de distinciones, que no conllevan pomposidad mediática, pero con mucho más valor ético y estético, esos méritos que otorgan calidad y humanidad a una persona por su aguda capacidad para tolerancia y tenaz respeto al prójimo. Me pregunto, ahondando en esta reducción al absurdo, ¿Qué es lo que hay de malo en que un niño, en la escuela o donde sea, baile con otro niño? ¿Dónde está la maldad? ¿Es por el hecho mismo de bailar? No, no va por ahí… ¿O es más bien que considera inadecuado que bailen personas del mismo sexo? ¿Realmente está hablando de bailar o está refiriéndose a otras dimensiones vitales? Me temo que la frase trasciende al hecho en sí mismo, destapando sus vergüenzas y quedando al descubierto un mapa conceptual tan flatulento como el puritanismo hipócrita de los más grandes represores.
No soy nadie para decir a un padre y a una madre cómo tiene que educar a sus hijos, pero es cierto que hay límites, hasta para los padres. Hay invisibles líneas educativas que cuando se sobrepasan son el caldo de cultivo para generar niños incapacitados para la empatía, chicos adolecidos de tolerancia, adolescentes con serias taras para la comprensión del otro, ciudadanos faltos de misericordia, y, a veces, tendentes al odio y la ira contra quién vive o siente diferente.
Siempre hay límites, sin ellos estaríamos abocados a la barbarie. El límite siempre es respetar la libertad de conciencia, el genuino derecho de ser y de sentir del otro , de poner en valor la dignidad de las personas por encima de todo, especialmente cuando son nuestros hijos. No todo vale cuando se tiene la responsabilidad de ser padre. ¿Cuántos chicos habrán sufrido frases así y mucho peores, de sus propios padres, cuando vivían en la incertidumbre y en la intemperie vital de forjar su propia identidad y necesitaban hablar y ser escuchados, y de paso, un abrazo?
Señora, sepa usted que los niños pueden bailar con los niños, y también con las niñas, y también hay quienes prefieren bailar solos. Las personas bailan con quienes les da la gana. Lo importante es que en esa danza existencial siempre haya alegría, afecto y respeto. Bailar nunca es malo, salvo que te toque bailar con la más fea, y la más fea es la gente que piensa como usted.
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