Avaricia
La avaricia de los satisfechos es la gula de los saciados que no son capaces de calmar el hambre desenfrenado de la demasía.
¿En qué momento alguien se convierte en un avaricioso sin escrúpulos? ¿Se trata de una transferencia genética, una predisposición que encuentra recorrido o de un mal hábito adquirido con el tiempo que termina transformándose en una actitud? Cuando somos niños nos tienen que enseñar ... a compartir, algo que interiorizamos con sudor y lágrimas, porque en principio, percibimos que todo lo que nos circunda es nuestro y asumimos con naturalidad que todo nos pertenece. Con el paso de los años, maduramos y crecemos aprendiendo que hay reglas del juego en las que se configura nuestra sociabilidad, y que no somos los dueños y propietarios de lo que gira alrededor de nuestro universo. Aprendemos a gestionar la capacidad de frustración y a ejercer una competencia fundamental: la empatía, porque no vivimos solos, y al fin y al cabo, todo es de todos y hay para todos si nos organizamos mejor.
En estos días, asisto con hastío a los testimonios del juicio televisado que tiene como protagonistas a unos indecentes niños pijos que sacaron tajada cuando más duramente golpeaba la pandemia, en tiempos de gran dolor y sufrimiento para muchas familias, que aguardaban un salvavidas en las aguas turbulentas de la incertidumbre. Hoy, escuchamos las desvergonzadas explicaciones de jóvenes ricos, de buena presencia y vida acomodada, y a la vez, insatisfechos compulsivos con la fortuna que en suerte les ha tocado amasar. Estilizados maniquíes de la aristocracia más rancia y pestilente, insaciables dandis queriendo más y más, a cualquier precio, sin escrúpulos, sin más credo que llenar la saca sin fondo y rebosar la alforja con los dineros que faltaron a quienes por la maldita pandemia lo perdieron todo. Tristemente son legión, una lista interminable de sinvergüenzas, que desde Urdangarin hasta el hijo del duque de Feria producen asco y repulsa. Yates, relojes de lujo, coches de alta gama, comprados con el dinero de todos, en tiempos de carencia de medios y de personal sanitario, en meses de muerte y escasez, cuando se cerraban negocios sin un calendario de vuelta en el horizonte inmediato.
En otra época me batiría con ustedes en duelo, en ésta, más cuerda, civilizada y cabal, uso las palabras para manifestar mi repudio y reprobación. Levanto acta: Son ustedes indeseables, el peor ejemplo posible para nuestros jóvenes, la aristocracia maleducada y cutre de parásitos sin oficio. Que la justicia haga su trabajo. Por cierto, trabajo es lo que ustedes no han ejercido en su vida. La ambición de prosperidad de los humildes es siempre una aspiración necesaria para salir de las zonas de intemperie, pero la avaricia de los satisfechos es la gula de los saciados que no son capaces de calmar el hambre desenfrenado de la demasía.
Por suerte hay muchísima más gente honesta, trabajadora y responsable. Hombres y mujeres que en lo cotidiano se esfuerzan pos ser buenas personas y atestiguan en la cotidianidad su condición de honradez. La bajeza moral siempre intenta colarse si dejamos espacio a lo ruin en nuestra vida. Si nuestra formación es férrea y bien asentada, si los valores de la honestidad y la solidaridad se han asimilado con profundidad vital, si nuestra voluntad es firme y hemos aprendido a ser consecuentes con los principios de la justicia y la honradez, en definitiva, si somos buenos ciudadanos, tendremos armas para luchar ante la invitación a lo infame y a lo corrupto. Más educación, siempre necesaria, para construir una sociedad de altura ética y calidad moral.
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