Nico Montero
Atrapados en Instagram
Se expanden contenidos que puede terminar afectando a la salud mental de parte de los internautas más jóvenes, y Facebook, lo sabe
En estos días, hemos sabido que un estudio interno elaborado por Facebook revela que la red social Instagram es dañina para la salud mental de los usuarios. Los resultados concluyen que Instagram es perjudicial, especialmente para los adolescentes. Uno de los informes, de marzo de ... 2020, estima que un 32% de las chicas dicen que cuando se sienten mal con su cuerpo, Instagram les hace sentirse peor. Las comparaciones con lo que ven en Instagram pueden alterar el modo en que las jóvenes se perciben a sí mismas.
La plataforma es un escenario lleno de cuerpos perfectos y vidas de ensueño. A golpe de retoques y filtros, los famosos y los que lo no lo son, aparecen deslumbrantes y divinos. Se expanden contenidos que puede terminar afectando a la salud mental de parte de los internautas más jóvenes, y Facebook, lo sabe. Cabe recordar que si Facebook marcó el auge de las redes sociales, su ‘app’ fotográfica se ha convertido en una de las predilectas de los adolescentes. Ahora, con la entrada de nuevos espacios, como TikTok, la plataforma se ve en la necesidad de mantener a su público más joven, que es sobre lo que se cimenta buena parte del negocio más importante: la publicidad.
«Las chicas se sienten adictas y saben que lo que ven es malo para su salud mental, pero se sienten incapaces de parar», concluía uno de los investigadores. Las redes sociales, en ocasiones, pueden convertirse en una adicción, como son el tabaco, el alcohol o las drogas. Parte de la responsabilidad radica en un neurotransmisor: la dopamina, que cuando se segrega produce sensación de placer y bienestar. La dopamina no se ha ganado el título de ‘molécula de la felicidad’ porque sí. Es el principal neurotransmisor vinculado al placer y a toda la experimentación de sensaciones positivas (bienestar, alegría, euforia, relajación…) que ocurre cuando algo dispara la producción de esta molécula en nuestro organismo. Por lo tanto, nuestro estado de ánimo depende en gran medida de nuestros niveles de este neurotransmisor.
El ser humano, buscador nato de felicidad, necesita constantemente realizar actividades que produzcan esta sensación. Una de las actividades que producen una gran cantidad de dopamina en un período corto de tiempo es, precisamente, la aprobación en redes sociales. En principio, el uso moderado de redes no supone ninguna adicción. Pero, ojo, con las redes sociales nuestro cerebro está hiperestimulado, algo que puede generar mucha dopamina, de manera que éste se va acostumbrando a tener niveles altos de la molécula, y para alcanzar una sensación placentera, necesite aumentar el grado de dopamina. Si esto ocurre con frecuencia, se corre el riesgo de hacerse adicto a aquello que nos la produce. Por ello, los jóvenes que no son conscientes de la importancia de las desconexiones tecnológicas, buscan el placer en un ‘like’ o en la respuesta a una historia.
Convertirse en un objeto para que otros lo vean no ayuda a la ‘generación selfi’ a sentirse empoderada y segura de sí misma; puede hacer exactamente lo contrario: derivar en una cosificación frustrante. Estos no son problemas de salud insignificantes, porque la insatisfacción corporal durante la adolescencia es un vaticinador poderoso de los síntomas posteriores del trastorno alimentario.
Llegados a este punto, surge la necesidad de alzar la voz y exigir a los gobiernos que actúen regulando esas ciudades sin ley en las que se han convertido las redes sociales. No todo vale para desarrollar intereses particulares, con desenfrenado ánimo de lucro, capitaneados por los nuevos magnates del universo cibernético. La sociedad debe garantizar y proteger la salud mental, el crecimiento y el desarrollo feliz y equilibrado de sus niños y adolescentes. Para colmo, estos mercaderes se están planteando un Instagram para niños.
Hoy más que nunca, hace falta la corresponsabilidad de padres y educadores para plantar cara a la imposición de un pensamiento único y globalizado, dictado por quienes controlan el universo telemático de manera irresponsable y dolosa.