Julio Malo de Molina - ARTÍCULO

Náutica también resiste

Desde el mes de septiembre de 1997 y hasta junio de 1999 celebramos unos cursos de doctorado en arquitectura, impartidos por la Universidad Politécnica de Madrid

JULIO MALO DE MOLINA

Desde el mes de septiembre de 1997 y hasta junio de 1999 celebramos unos cursos de doctorado en arquitectura, impartidos por la Universidad Politécnica de Madrid. Fruto de alambicadas complicidades, en especial con Ricardo Aroca, catedrático de cálculo de estructuras y entonces director de la Escuela madrileña, con quien yo había trabajado como aprendiz de profesor; y con mi paisano Guillermo Martínez Massanet, a la sazón rector de la Universidad gaditana quien no sólo autorizó la actividad académica sino que además cedió las instalaciones y medios para hacerla posible. Los mejores catedráticos de la Escuela madrileña participaron en las lecciones, hasta el punto que hubo una queja formal de alumnos de ese centro pues no se ofrecía en Madrid un programa tan sugestivo como el que se impartió en Cádiz. Las clases se celebraron en el Salón de Grado de la Facultad de Empresariales recién instalada en el antiguo Hospital Mora (Lucien Vicent 1903). Los profesores quedaban impresionados no tanto por el eclecticismo francés del mismo, sino por la belleza de otro edificio contiguo, la Escuela Oficial de Náutica y de Formación Profesional Náutico Pesquera, obra de Luis Laorga y José López Zanón, modélica intervención que se contextualiza en el borde marinero de la ciudad histórica sin renunciar a su obligada modernidad. Aún apenas se apreciaba que sus usos se habían trasladado a un edificio pretencioso y vulgar cuya desafortunada implantación agrede la belleza paisajística de la península de los Toruños, al otro lado de la laguna gaditana.

Laorga y Zanón pertenecen a la generación siguiente a la que proyectó tras la Guerra Civil edificios en aquel eclecticismo monumental herreriano que se diluye con la derrota del Eje nazi-fascista tras la contienda en Europa. Aquel grupo de jóvenes profesionales recupera en España la arquitectura racional del Movimiento Moderno. En un artículo de Zanón acerca de sus principios cuando proyecta Náutica cita al filósofo Husserl y al arquitecto Walter Gropius, junto al historiador Giulio Carlo Argan que fue alcalde comunista de Roma, entre sus fuentes teóricas. Un destacado y prolijo artículo en ABC de 18 de abril de 1968 da cuenta de la inauguración de este conjunto docente que considera único en España por sus avanzadas dotaciones para formar profesionales de la marina mercante. El periódico destaca su situación «encaramado a la mar», su funcionalidad para un ambicioso programa, y describe tanto su planetario como el enorme palo trinquete situado en el patio abierto a La Caleta. Tenía capacidad para mil alumnos y supuso una inversión de setenta y cinco millones de pesetas.

La obra fue reforma y ampliación de otra ya existente. La memoria del proyecto proclama que éste se inspira en la Escuela de Le Havre y en la del capitán Cruse en la desembocadura del Elba; y explica cómo resuelve la yuxtaposición de volúmenes y la diversidad de usos recurriendo a la luz de Cádiz para obtener un equilibrio cromático limpio mediante una piel de placas de caliza que ha soportado muy bien el estado de abandono que se ha prolongado casi treinta años. Recuerdo unos versos de Joan Margarit, premio nacional de literatura que también fue catedrático de cálculo de estructuras: «La libertad es una librería, ir indocumentado, las canciones de la Guerra Civil», como: «Madrid qué bien resiste mamita mía los bombardeos, de las bombas se ríen mamita mía los madrileños». Tal cual Náutica aguanta como un barco abandonado los bombardeos de la desidia y el desprecio por nuestro patrimonio.

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