Montiel de Arnáiz
Napoleón en Ferraz
En esta huida hacia delante en la que se halla Pedro Sánchez está aprendiendo a marchas forzadas cómo sobrevivir a la política de alto nivel
En esta huida hacia delante en la que se halla Pedro Sánchez, cercado por sus enemigos internos, ridiculizado y ninguneado por los externos, está aprendiendo a marchas forzadas cómo sobrevivir a la política de alto nivel. Tras la agresión prepotente de Pablo Iglesias -seré vicepresidente y éstos son mis ministros- y la jugada maestra de Rajoy -declino por el momento aceptar la investidura del Rey-, el esbelto secretario general del PSOE se retiró a sus cuarteles de invierno a reflexionar. Ferraz no podía convertirse en Elba ni transformarse en su isla de Santa Elena.
Pedro Sánchez, escapando de los adversarios, sabe que unas nuevas elecciones le harían bajar de los noventa escaños y provocarían su dimisión, o al menos que se le solicitara. Sabe también que la dilatación del plazo de investidura, provocada por Rajoy, propicia el advenimiento de un Congreso socialista (que ha conseguido aplazar de febrero a mayo) en el que presumiblemente verá cortada su cabeza por los barones del partido, encabezados por Susana Díaz. Y asimismo sabe que el taimado Iglesias -como bien le ha advertido Felipe González; perro viejo con más escamas que pulgas- busca fagocitar al PSOE tal y como ha hecho con IU. Sánchez sabe todo eso y mucho más, y por eso ha tomado cartas en el asunto utilizando su discurso ante el Comité Federal, reunido el sábado en Madrid: la mejor manera de desactivar el Waterloo socialista es acudir a la militancia para decidir un pacto de Gobierno.
Napoleón Sánchez no va a entregar la cuchara sin luchar. Resulta previsible que los militantes socialistas se opongan siempre a cualquier pacto que beneficie al Partido Popular y parece más probable aún que autoricen un acuerdo nacional con Ciudadanos y/o Podemos antes que arriesgarse a cuatro nuevos años del PP con el apoyo de Rivera y su propia abstención. Personalmente, guardo mis cautelas sobre los acuerdos asamblearios porque, aun siendo más democráticos, demuestran la falta de capacidad de decisión del líder que ha convocar a sus bases. Soy tan consciente de que al Napoleón de Ferraz sólo le sirve la presidencia para subsistir como lo está él de que será imposible que se le plantee un empate a 1515 votos, al estilo CUP.