Perder la esencia

Los últimos acontecimientos acaecidos en el mundo carnavalesco me llevan a pensar en algo tan fundamental como nuestra esencia. Esas características permanentes que determinan a nuestro singular carnaval sin las cuales no sería lo que es.

Basta que nuestra fiesta se tambalee un poco debido ... al maldito virus, para que los aprovechados, carnavalescamente hablando, de otras ciudades intenten sacar partido de todo ello. Algunos buscan sacar rédito con la retransmisión de su concurso a través de Canal Sur, otros que su carnaval ofrecerá una espectacular puesta en escena por las calles y en cabalgatas y los hay quienes ofertan su concurso con unos premios muy superiores al de Cádiz con menos dificultades y condiciones para su participación. Todo son facilidades y parabienes hacia aquellos que prefieran participar en esos carnavales y sus concursos en febrero como manda la tradición.

Lo de la singularidad de nuestro concurso no se puede importar, se puede copiar e imitar, pero la esencia no se puede adquirir ni comprar, es nuestra impronta, innato.

Cada uno nace con una parte de esencia que le ha dado su entorno, la naturaleza, su cultura y sus tradiciones. La Semana Santa de Sevilla es única, las habrá incluso mejores, según algún talibán cofrade, pero la esencia la tiene la capital andaluza por mucho que la imiten y la quieran deslucir con críticas provincianas.

Cuando vemos a una japonesa talentosa bailar flamenco pensamos que es una maravilla de bailaora, que incluso baila mejor que muchas de aquí, pero la esencia no la tiene, lo notamos. Percibimos que todo es aprendido a base de duros ensayos, pero ese no se qué que produce una bailaora del sur en su braceo y taconeo no lo tiene y jamás lo tendrá. Por muchos ensayos y horas de aprendizaje con maestros en escuelas de élite que lleve.

En Alicante y en Alboraya se hacen exposiciones y concursos de ninots de un nivel excepcional pero nadie se te atreve a cuestionar que la esencia y las mejores fallas son en Valencia. Habrá rivalidad por cercanías pero la pureza y su esplendor está en la capital.

Por muchas romerías que se celebren por España la que tiene más esencia es la de la virgen de la Cabeza, del siglo XIII, seguida muy de cerca por la del Rocío de Ayamonte del siglo XIV. A nadie se le ocurre decir traiga usted a su virgen que aquí la vamos a tratar mejor y vamos a darle un banquete a todo el que venga con ella.

El Carnaval de Cádiz ha tenido y tiene su peculiaridad en las coplas de las agrupaciones, que además allá por el año 1979 se le sumaban callejeras e ilegales reafirmando el argumento del por qué nuestra fiesta es tan grande, única e inigualable. Original y distinta a todas por la barbaridad de creatividad que consiste en presentar más de 300 grupos cada año cantando letras y músicas originales. Lo de hacer festivales magnos veraniegos, espectáculos de carnaval, concursos paralelos y carnavales de fantasía es tan lícito como nuestro carnaval pero jamás tendrán nuestra esencia. Cádiz siempre ha abierto sus brazos para acoger a los grupos foráneos y como decía la canción, la puerta siempre abierta y la luz siempre encendida.

La esencia de cada fiesta no es cuestionable, otra cosa es si se puede perder o no a costa de hacer negocio con ella, es decir prostituirla, eso está en cada uno, conmigo que no cuenten.

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