Una Navidad distinta
El año anterior no hubo esparcimientos ni celebraciones y la mayoría pasamos las fiestas a solas o con nuestro núcleo familiar más reducido
(Tarareen el villancico de ‘El tamborilero’ a la vez que están leyendo esta primera parte). Una vez hemos comenzado a ensayar las agrupaciones en este 2021 sentimos que el ambiente por estas fechas es diferente al de años anteriores. Si el Concurso se hubiese ... celebrado en su periodo tradicional, estaríamos hablando de unos ensayos tensos y llenos de inquietud. Colmados de nervios por la premura de tiempo ante el acecho del comienzo. Las caras compungidas de autores y componentes reflejarían ese miedo de no llegar a tiempo con el repertorio y demás al primer día de actuación. Nada de eso ocurre este año.
Los rostros tienen unos matices distintos (pongan ahora ‘Los peces en el río’). Caras sonrientes y animosas al saber que podrán disfrutar plenamente de unas fiestas navideñas de lo más relajado. En sus cabezas está más presente la comida con los amigos que las letras pendientes por aprender. Piensan más de dónde y con quiénes van a celebrar la Navidad que en pensamientos perturbadores como los que para cuándo el autor traerá el estribillo o terminará el popurrí. En sus semblantes hay un gesto distinto al de otros años, calmados y optimistas.
Los ensayos son aliviados, por suerte el retraso del Concurso debido a la pandemia no solo trae cosas negativas. Es muy positivo este año eso de poder compatibilizar ambas cosas sin quitarle tiempo a otra. (Ahora susurren «en el portal de Belén rin rin»).
En años normales los carnavaleros disfrutamos a medias de ellas, las responsabilidades y compromisos con nuestros grupos dejan poco margen para su deleite. Algunos pensarán que también el año pasado pudimos disfrutar de las fiestas porque tampoco hubo Concurso, pero no fue así. (Cambien de estilo musical y canten ahora ‘Penélope’). El año anterior no hubo esparcimientos ni celebraciones. La mayoría pasamos las fiestas a solas o con nuestro núcleo familiar más reducido.
Las compras fueron mayormente realizadas por internet, las cabalgatas eran estáticas o inexistentes. Las comidas de empresa, con amigos o de nuestros propios grupos carnavalescos no se pudieron hacer, los conciertos de Navidad o de año nuevo tampoco los permitieron celebrar con público y la toma de uvas en las plazas públicas estaban prohibidas.
(‘Jingle bells’) Este año, si la cosa no empeora mucho, parece que tendremos un poco más de margen para el pleno disfrute. Ahí estaremos los que salimos y hacemos Carnaval participando de estas semanas tan entrañables. Una Navidad jovial, simpática y distinta.
(Pongan ahora en su mente ‘Dies Ire’ de Mozart). Llega el día 7 de Enero, nuestras caras comenzarán a transformarse de elfos a sátiros y pasaremos de la carcajada de Papá Noel a una risa con más nervios que un camaleón en una piscina de bolas. Cambiaremos la zambomba y el anís por la bandurria y la manzanilla de Sanlúcar.
Las cenas copiosas preparadas con cariño pasarán a ser cenas tardías que consistirán como mucho en abrir el frigorífico y pillar lo que haya. Muchas noches soplo a una tortilla, pero para quitarle el polvo no por caliente. (Música de ‘Psicosis’). En la mente las neuronas dirán que se acabó la tranquilidad, que ya está bien eso de cantar que vienen los Reyes Magos caminito de Belén, que hay que ponerse a trabajar porque quien sí viene de camino es el Concurso, ah no, que antes llega Semana Santa (tarareen ‘Amarguras’), valiente lío.
Felices fiestas. (‘Oda a la alegría’ de Beethoven). Uff.