La comedia de Ubrique
Con setenta días escasos de ensayos y sin ningún respaldo por parte del ayuntamiento que garantice al menos cubrir gastos, los grupos y exclusivamente ellos bajo su responsabilidad tienen que decidirse de inmediato
En el anecdotario español contaban que por el año 1811 representaban una obra de teatro en nuestra localidad vecina de Ubrique del escritor ecijano Luis Vélez llamada ‘Reinar después de muerto’. En una de las escenas finales el auditorio se indignó porque el personaje del ... rey, sin mostrar ni un ápice de compasión, mandaba ejecutar a doña Inés de Castro a causa de su amor con su hijo, el príncipe. El público asistente cayó en la ofuscación que todo aquello que estaba ocurriendo sobre las tablas era verdad, olvidando que se trataba solamente de una representación teatral y empezaron a subir al escenario para defender a la protagonista golpeando a los demás actores que aparecían como enemigos suyos, toda una sin razón y ceguera colectiva.
Cuando alguien emprende una actividad sea económica, social, cultural, sentimental o de cualquier índole sabe que puede salir bien o mal o incluso terminar como la comedia de Ubrique, que nadie lo entienda realmente. Esa premisa estará presente en todo aquello que iniciemos en la vida. Desde un negocio nuevo que inauguraremos esperanzados por dar un pelotazo, hasta ese amor de ladeada sonrisa a lo Mona Lisa donde a veces sale bien y otras no.
Cada año emprendemos nuevas empresas sin ningún tipo de garantías de éxito. Presentamos al concurso un trabajo con las aspiraciones de quedar lo más alto en la clasificación, preparándonos a conciencia según nuestras particulares metas. Si luego no se logra el premio esperado nos queda al menos el consuelo de la calle.
Para nuestro ayuntamiento parece sencilla nuestra labor. Ensayar y listo. No es obligatorio inscribirse dicen, pero parece que da igual en las condiciones que lo hagamos. Todo va a correr por nuestra cuenta y riesgo. No está garantizada ni la calle, que es nuestra diversión y amparo. La pelota está en nuestro tejado. El ayuntamiento ha decidido convocar y abrir el plazo de inscripción del concurso sí o sí. Sin clausulas ni guiones que aseguren nuestra inversión si todo se va luego al traste. No aseguran nada.
¿Qué ocurre si a mitad de los ensayos tenemos que parar por contagios internos? ¿Y si aparece otra ola y se suspende el concurso? ¿Cómo garantizamos la calidad si la mayoría de grupos deciden no arriesgar mucho y presentan repertorios, tipos y puestas de escena para pasar el trámite? ¿Quién paga al artesano su trabajo cuya agrupación se retire por fuerza mayor? ¿Devolverá la fianza el ayuntamiento a aquellos grupos que se vean obligados a no presentarse por no poder ensayar suficiente? ¿Si la mayoría de agrupaciones punteras deciden no participar, o si el número de grupos inscritos no llega a sesenta seguiría adelante el consistorio con su celebración? ¿Qué ocurriría si durante el transcurso del mismo aparecen contagios en el personal del teatro y hay que parar durante varios días? ¿Me dejarían cantar otro día si coincide que tengo un tercio del grupo contagiado y en cuarentena?
Aunque el número de muertes es inferior al de otras olas y parece que los contagios van bajando, ¿es realmente esto una garantía para comenzar a ensayar? La realidad es que con setenta días escasos de ensayos y sin ningún respaldo por parte del ayuntamiento que garantice al menos cubrir gastos, los grupos y exclusivamente ellos bajo su responsabilidad tienen que decidirse de inmediato.
Esperemos que a nuestros gobernantes no les pase como a los de la comedia de Ubrique, confundir ficción con la realidad del momento.