Montiel de Arnáiz - OPINIÓN
Nadie conoce a nadie
Hay que acudir a la Justicia y a los cuerpos y fuerzas de seguridad porque contra el terror, contra la transgresión violenta y la intolerancia sólo cabe una respuesta: la aplicación de la ley
Con el relato así titulado de Juan Bonilla ocurre como con muchas otras obras que son llevadas al cine: guardan poco parecido con la original; no resistirían una mínima prueba de paternidad. Aún así, la película de Mateo Gil (que muchos piensan que hizo Amenábar) ciertamente recuerda la pasada madrugá sevillana: el terror, la locura y el instinto de supervivencia propio del ser humano, que incluso se presenta en plena manifestación de «religiosidad popular», que diría Teresa Rodríguez intentando justificar que quien plantea la separación entre Iglesia y Estado en el marco de una España laica (y Republicana, a poder ser) haga gestiones, porte medallas, recorra itinerarios nazarenos y medie lo que haya que mediar en plena Semana Santa. Excusatio non petita y todo eso, Teresa.
En fin, que el hecho es que varios imbéciles acuerdan sembrar el pánico haciendo sprints en grupo al grito de «Alá es grande», lo que provoca estampidas, caídas, histeria, lesiones: desórdenes públicos. ¿De quién es la culpa? ¿De esos insensatos? ¿De nefastos ídolos de masas? ¿De los que utilizan la política para aventar pasiones lejanas? Esto es como lo de darle un premio a la libertad de expresión a Charlie Hebdó para luego suspenderlo y, finalmente, revocarlo: ‘Francamente querida, me importa un bledo’.
Hay que acudir a la Justicia y a los cuerpos y fuerzas de seguridad porque contra el terror, contra la transgresión violenta y la intolerancia sólo cabe una respuesta: la aplicación de la ley. Y sí, lo sé, que habrá quien diga que por dar unas carreritas en Semana Santa no puede haber nadie en la cárcel mientras siguen los Pujol en libertad (seguramente el que ofrezca este argumento se referirá a los mangones de la Gürtel o los ERE) y aludirá a que si los titiriteros, Bódalo, Cassandra, o cualquier otro friki por el estilo, como argumentos defensivos, pero estamos en medio de una absurda guerra de ideologías que va desde una torpe ministra de defensa que vincula la muerte de Cristo a la bandera nacional hasta los aburridos que aprovechan cualquier ocasión para izar enseñas tricolores de una república que se fue para no volver. Nadie conoce a nadie, decían. Nadie respeta a nadie, diría yo.
Ver comentarios