LA VOZ DE CÁDIZ - EL APUNTE
Un muro llamado prejuicio
En una provincia con los índices de paro de Cádiz es imprescindible integrar a la población con discapacidad en el mundo laboral
Todos conocemos algún caso similar. Un chico, o una chica, joven, acaba su doble titulación. Hace un máster y está trabajando un par de años en una empresa para, si no conseguir un buen sueldo, sí lograr algo de experiencia. Se queda en paro y no consigue encontrar un empleo pese a su formación, su experiencia y, en muchos casos, su buena presencia física. Si él lo tiene tan difícil, ¿cómo será la situación para los más de 100.000 gaditanos que tienen algún tipo de discapacidad en la provincia? Porque a igualdad de formación, de experiencia e incluso de presencia física, hay que sumar los prejuicios que siguen apuntalando las empresas. El «ya le llamaremos» o «no se adapta al 100% al perfil que busca nuestra empresa» es una de las respuestas que suele encontrar este tipo de trabajadores. Un muro formado por prejuicios que impide que puedan seguir creciendo como personas y como profesionales.
La situación con la que este colectivo se topa en la provincia es especialmente delicada, ya que en un territorio con una media del 31% de paro las medidas para la integración son más débiles. Fundaciones como Ilunion o la Once, donde más de la mitad de su personal (2.391 trabajadores en Cádiz) son trabajadores con discapacidad ponen a las claras que una empresa puede avanzar con trabajadores que presenten algún tipo de minusvalía. Si no, que se lo pregunten a alguno de los 1.114 vendedores de cupones de la provincia.
Toca pues dejar las buenas palabras y pasar a los hechos. Obstáculos como la reciente norma que obliga a ciegos y sordos a requerir una autorización para casarse ponen en evidencia que el camino que hay que recorrer para lograr la plena integración es largo. Pero eso sí, se recorrerá antes si todos participamos juntos.