Multiplicar desde la base
«Lejos de caer en la autocomplacencia, el Puerto de Cádiz es ejemplo de que se debe aprovechar la inercia de la carrera para continuar avanzando»
Sentir orgullo de uno mismo, valorar las virtudes y potenciar la personalidad es positivo siempre que no se caiga en la autocomplacencia. Y Cádiz es ’tan…’ que a menudo se deja arrastrar por el conformismo. Con un atardecer dibujado con una paleta inmensa ... de colores, con un mar azul y una arena dorada, una gastronomía singular y una sonrisa perpetua en los rincones… ¿para qué más? Esa filosofía, que rebasa en demasiadas ocasiones la plausible linde de la humildad, ha provocado que esta provincia en particular y su capital en general se hayan instalado en la retaguardia pese a sus recursos de vanguardia.
Excepciones hay para confirmar esta regla. El Puerto de Cádiz es vivo ejemplo de que se debe aprovechar la inercia de la carrera para continuar avanzando. Cada año mantiene un crecimiento sostenible, tanto en número de escala de cruceros como de pasajeros. Las limitaciones propias podrían enviar el mensaje de que ya se ha llegado al final del camino, es hora de acomodarse en el éxito. Pero desde la proa se sigue mirando al horizonte con ambición.
Siempre hay espacio para seguir creciendo. Las dos metas son claras. La primera, más a corto plazo, de batalla diaria y esfuerzo constante desde la propia Autoridad Portuaria. Es la apuesta por un turismo de calidad, que aquí se traduce en cruceristas de mayor poder adquisitivo que eleven la inversión en la ciudad. Esos 40 euros de media por persona al día se pueden incrementar convirtiéndose en referencia de las navieras más lujosas del planeta. Se pelea casi cada céntimo y se está empezando a percibir, todo repercutiendo beneficiosamente en la mermada hostelería local.
El siguiente desafío es más de fondo, de mayor calado. El sueño en pretérito, ahora objetivo marcado, de convertir Cádiz en puerto base. Un deseo que de convertirse en realidad multiplicaría, quintuplicaría las cifras sin afectar lo más mínimo a la esencia de una localidad que se ve saturada por lo que entra por tierra, no por mar. Esa cruz en el mapa sería un pleno en la quiniela. De ahí el trasiego continuo, la labor en la sombra, los miles de kilómetros recorridos, cientos de horas invertidas, llamadas, reuniones, encuentros… Será que el mar advierte de que el que se queda parado muy pronto dejará de flotar.