La muerte por costumbre
Los especialistas alertan del peligro de asumir cientos de muertes diarias como habitual y creer que la pandemia es cosa de mayores
Los humanos forman una especie extraña. La única que amenaza a todas las demás y, al mismo tiempo, la única capaz de sobrevivir en cualquier entorno, desierto o polos. Su capacidad de supervivencia le permite habituarse a cualquier situación. Aunque siempre convivimos con el ... miedo a la enfermedad y la muerte (ya existían antes de marzo de 2020 por más que haya crecido ahora a cotas desconocidas en el mundo rico), acabamos por adaptarnos a cualquier circunstancia. Por mera subsistencia, tratamos de mantener la vida cotidiana como si la amenaza no existiera. Lo contrario, el pánico, sería paralizante. Pero es necesario buscar un equilibrio aristotélico entre indiferencia y terror. Que en Andalucía mueran a diario más de cien personas por una nueva enfermedad vírica –se suman a los fallecidos por dolencias conocidas, a desgracias que no saben de épocas– nunca debe parecernos habitual.
Entre los que intentan seguir destacan algunos, pocos, jóvenes. Han sido señalados desde el principio aunque no son, ni mucho menos, los únicos miembros del pequeño sector de irresponsables e insolidarios que siempre existirá en la sociedad. Por su situación (recuerden los que lo fueron), su percepción del peligro es mucho menor. Su prisa por vivir, mucho mayor. Cualquier recomendación es un desafío. Muchos, si son honestos consigo mismos, recuerdan comportarse de forma parecida (alcohol, tabaco, horarios, tráfico, sexo...) porque el miedo, la necesidad de evitar peligros aparece con los años, cuando el afán de experimentar mengua. Pero los especialistas advierten de que cada vez son más las personas de 20 y 30 años con cuadros graves por Covid-19. El porcentaje aún es menor respecto a los mayores pero es imprudente negar que crece. Deben saber que, además de sufrir la enorme crisis laboral y económica, las limitaciones al movimiento, el ocio y la vida social tan esencial a esas edades, pueden ser víctimas directas. Muchos de ellos, muchísimos, incluyendo a niños, tienen un comportamiento conmovedor por temor a contagiar a padres o abuelos pero también han de cuidarse por su propia salud. Manuel Beltrán, coordinador Covid-19 en el hospital de Sanlúcar, lanzaba ayer un mensaje durísimo con los hospitales desbordados: « Hemos aceptado 700 muertes a diario en España como si nada . Vivimos en un momento en el que se ha asumido la muerte como normal, se asume que los ancianos pueden morir». Pero no podemos rendirnos, ni con ellos ni con los jóvenes. No debemos acostumbrarnos. Aún más humana que la adaptación es la resistencia, la supervivencia