OPINIÓN

Motivos y desánimos

Las manifestaciones contra el paro reciben cada vez menos respaldo ciudadano pese a la vigencia de unos números escandalosos

Las calles de las principales vías gaditanas volvieron a ver pasar ayer a unas decenas de ciudadanos con pancartas y gritos. Vuelven a salir a la calle de nuevo pero con una motivación antigua: la provincia sufre unos niveles de desempleos alarmantemente superiores a la media nacional y europea sin que nadie parezca darse cuenta de la urgencia de la situación.

Las leves mejorías de los años 2016 y 2017 no sirven para reducir una brecha sangrante entre los porcentajes que sufren los gaditanos y los habitantesde otras muchas provincias. Aunque conviene tener en cuenta que las protestas se producen cada vez con menos fuerza, con los sindicatos divididos y cada día con menos afiliados por el descrédito público que sufren –como partidos o medios de comunicación–. La de ayer, no fue una excepción. Pequeña y cargada de razones, su grito quedará colgado en el aire, invisible e inservible como tantas, pero mayores, protestas similares que le precedieron desde los años 70.

Ahora que España empieza a salir de la crisis y el panorama laboral mejora cada mes, es cuando más llamativa es la situación de la provincia de Cádiz y cuando se antoja más necesaria que nunca la existencia de unos sindicatos de trabajadores fuertes, unidos, que luchen de verdad para que haya más y mejor empleo. Pero la realidad es bien distinta. En el caso de los mayoritarios, la desconfianza hacia ellos es máxima.

No en vano, en los últimos años se han visto salpicados incluso por algunos casos de corrupción que les desacreditan como plataforma para defender al eslabón más débil de la escala del capitalismo. Y lo que resulta aún más sorprendente, han aplicado a sus propios trabajadores recortes, salidas y despidos fruto de la última reforma laboral aprobada por el Gobierno. Es decir, la aplican cuando la necesitan pese a haberla criticado con dureza y haber convocado hasta dos huelgas generales para exigir su eliminación.

Pero vivimos años de convulsión y confusión social y política, protagonizada fundamentalmente por los populismos, que se han apropiado del discurso que tradicionalmente defendían los sindicatos.

Así pues, a nadie sorprende la baja asistencia a las manifestaciones y muchos son los que optaron por tomarse el día como un festivo más y aprovechar para ir a de compras navideñas o a cualquier otra actividad de ocio.

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