El mono de Badalona

Cada estación del año tiene su razón de ser, los tiempos de la naturaleza curten la existencia

Cada estación del año tiene su razón de ser, los tiempos de la naturaleza curten la existencia. Lo cíclico es vida, la rutina puede llegar a ser mortal de necesidad por el tedio que te adormece. Qué si la primavera abrupta y lasciva, qué si ... el verano nocturno y de excesos, qué si el otoño recogido y de nostalgia, y el invierno… El invierno con sus entretelas de abrigo y sus esperanzas de luz. Pero para casi todo el mundo, sin distinción de género, raza ni religión, existe un antes y un después de la Navidad. Lo único que sucede es que cada vez se anticipa más, al contrario de los tiempos meteorológicos. El tiempo de Adviento era el prolegómeno para que con certeza vislumbráramos los pastores y el pesebre con su mula y su buey. La festividad no llegaba hasta el día 22 de diciembre con el sorteo de Navidad y su cantinela de salud para todos y perdedora para la mayoría, sólo algunos eran rescatados por la diosa Fortuna. Algunos lanzados se anticipan y degustan por adelantado polvorones y delicias con almendra, harina, manteca de cerdo y ajonjolí. A ninguno de estos avezados intrépidos les falta la copita de ese destilado de matalahúva procedente de Badalona, provincia de Barcelona, y con nombre de primate. De esos que dicen que fueron nuestros antecesores en el árbol genealógico, pero que seguro que tenían buen paladar. Con lo del procés, puede que del cava catalán podamos prescindir, existen alternativas más cercanas y de buqué, burbujas y retrogusto exquisitos y más baratos, pero del Anís el Mono en Navidad, no sé si podremos soportarlo.

Ahora este tiempo de familia se ha transformado en tiempo de consumo desaforado. Ya no importa el detalle cariñoso del qué se acuerda de ti en estas fechas. Ya es comprar por comprar por comprar. Colas, grandes superficies, franquicias, ofertas, pedidos on line, tarjetas de crédito, todo en pro de ese bienestar consumista que contagia a niños y mayores, a ricos y pobres, a los de aquí y a los de allí. En ese consumo pertinaz está nuestra maldición. Excesos en todo, en lo divino y en lo humano.

Las modas también han llegado a las tradiciones culinarias. El puchero de primero y el pavo asado de segundo quedan para los de poca imaginación. El jamón de siempre pasa por ser tan tradicional que no hay tantos cerdos en España para tanta paletilla ibérica. De aquí a nada veremos polvorones de la estepa cercana de Beijing. Ya hay algunos que no pueden pasar la cena de Nochebuena sin degustar un panettone al más puro estilo transalpino.

A una cena a la que invitaron al Beni de Cádiz, después de una actuación, el compañero de mesa, teniendo delante un majestuoso plato de gambas, viendo que el cantaor no chupaba las cabezas, le interpeló. Beni a ti no te gustan las cabezas. El, con su gracia del Mentidero, respondió: Las Cabezas es un pueblo de Sevilla muy feo.

¡Cuidado con las cabezas de los bigotudos sonrosados, tienen mucho cadmio!

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